La frase bíblica que da título a esta columna el día de hoy, viene al caso por dichos y hechos que suceden al calor, no del férreo mes de agosto en La Comarca, sino de las campañas políticas en que se hallan inmersos los municipios de Coahuila. Cuando un proceso electoral es tan corto, 35 días para ser precisos, es lógico que los ánimos se caldeen y las pasiones se despierten. Quizás y sólo quizás, la cortedad del rito ayude a interesar a los ciudadanos en las elecciones a los ayuntamientos y las polémicas surgidas de los procesos apoyen al electorado a conocer, en palabra y hechos, a los candidatos y poder emitir el voto de manera un poco más certera el próximo 29 de septiembre. La democracia no cambia el fondo de la política. Ciertamente, como dijo Churchill, “la democracia es el peor método para gobernar, a excepción de todos los demás”. Por eso la forma de hacer las cosas es importante. La democracia parte de la premisa básica que los ciudadanos somos mayores de edad y podemos tomar nuestras propias decisiones sin necesidad de papá o mamá gobierno o grupo de notables. Una campaña sirve para que los candidatos den a conocer sus puntos de vista, opiniones, fortalezas, visión de futuro y por qué no decirlo, sus miedos y las flaquezas de su carácter.
Para eso sirven los debates, para confrontar las ideas y los métodos que usarían para llevarlas a cabo y en esto, las formas son imprescindibles. Los grandes objetivos y los problemas los conocemos todos y los comprenden los aspirantes a gobernar. Es en las formas donde estarán las diferencias. En esos detalles de todos los días que hacen la vida diferente y que hacen que un proyecto triunfe o fracase. Por eso al debatir los candidatos nos dicen a los votantes mucho, por lo que opinan, expresan y también por lo que omiten. Sus actitudes, posiciones, expresiones corporales y la forma como transmiten sus mensajes son un indicador fundamental para poder conocerlos bien.
Decía el viejo liberal, Jesús Reyes Heroles, ideólogo del antiguo régimen y una de las personas que hizo que durara tanto el sistema anterior, que en política la forma es fondo. Algunos recordarán y otros habrán leído el famoso debate televisivo entre Nixon y Kennedy, donde el primero se veía cansado con su traje gris que le daba una apariencia tenebrosa y eso hizo que perdiera la elección. O más cercano a nosotros, el debate donde Diego Fernández de Cevallos hizo “pomada” a Cuauhtémoc Cárdenas y de pasada, a Zedillo.
El debate que organizaron ayer los “Tres Medios Laguneros” –GREM, TV Azteca y El Siglo- es un saludable principio de la campaña por Torreón. Bueno porque mostró cualidades y alguna resbalada de los asistentes y valioso también por una ausencia. Cuando una asociación de medios de comunicación, que son no sólo los únicos realmente laguneros, los de mayor audiencia, sino también independientes al “no ser rehenes de ningún partido político” y no dejarse intimidar, organizan un debate de calidad, empezamos con el pie derecho.
¿Qué se observó durante el debate del día de ayer? Un Paco Dávila, viejo lobo de mar, populista, disidente del PRI y conocedor de las antesalas del poder y de sus mañas, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. A Memo Anaya, joven idealista, limpio, con voluntad para hacer las cosas y, curiosamente, un tanto acartonado. Las propuestas no compartidas, dado que como mencionábamos antes, los problemas, ambos, los tienen muy claros y las soluciones son bastante parecidas. Por parte de Paco, el luchar porque a La Laguna se le considere como a Mexicali o Ciudad Juárez, zonas extremosas y por tanto tengan tarifas de luz más económicas durante el verano. A Guillermo, la descentralización de los servicios municipales hacia la periferia y la preservación del medio ambiente. Este punto, acaso sea producto de sus generaciones, veinte años de diferencia, dado que la educación ha evolucionado y el cuidado del ambiente es cosa reciente. Los dos candidatos, del PRD y del PAN, tienen en su haber activos importantes. Dávila, el conocer cómo se hacen las cosas en la práctica; Anaya, la voluntad y la posibilidad de conseguir recursos de la federación, brincándose a Saltillo. Con tal que a la región le vaya bien, ¡a votar por favor!
Curiosamente, los tres partidos más importantes estuvieron muy bien representados entre la audiencia, aunque la candidata del PRI no asistió. ¿Será porque los allegados del otrora partidazo, saben lo que importa en La Laguna y su candidata, no? Es pregunta. De la ausencia, Anaya arguyó que quizás no se sintió preparada la del PRI y no se atrevió o le dio miedo. Dávila, que probablemente obedeció órdenes del secretario de Gobierno de Saltillo y por eso no fue. Es la opinión de ellos. El compartirla o no, es prerrogativa del electorado.
Lo verdadero, es que a las oportunidades hay que tomarlas cuando pasan, si no, otros se encargarán de atraparlas.