Que López Obrador arrasó. Que logró la mayor votación registrada en una consulta, que el 95 por ciento de quienes llamaron por teléfono le dieron el sí, y que sí, que ya va rumbo a Los Pinos, aseguran algunos. Para el 100 por ciento de los que convencidos de la inutilidad de la consulta nos abstuvimos de llamar, la cosa no está tan clara. Digamos que a veces sí y a veces no aprobamos la gestión de nuestro Jefe de Gobierno. Si la lluvia es bendición de los campos sedientos, es al mismo tiempo una maldición cuando azota sin piedad las precarias viviendas de los pobres. Pequeña muestra de que ni siquiera Dios puede quedar bien con todos, mucho menos el hombre que vino de Tabasco y después de un sueño exuberante y tropical, decidió que el caos que aqueja esta capital se resolvería echando segundos pisos sobre el periférico. Cuando despertó no hubo poder humano que lo convenciera de lo absurdo de su sueño y aquí nos tiene a sus tontos en plena pesadilla. Como está bien visto que nada podemos hacer para detenerlo pues ¡adelante!, pero como ya lo dije, que caigan sobre él las maldiciones que por esta causa proferimos a todas horas los afectados, más las que se acumulen con el tiempo. Ni modo, todos tenemos nuestros quince minutos de desatino, lo malo de los políticos es que sus quince minutos afectan durante muchos años a mucha gente.
Al otro lado de la balanza pesa la enjundia con que nuestro Andrés Manuel se aplica desde que Dios amanece a la imposible misión de gobernar esta megaciudad que durante tantos años ha vivido en el total desgobierno. Pesa su actitud de servicio y la constante cercanía que mantiene con la gente, y por supuesto pesa también a su favor la bolsa de dinero que derrama mes a mes lo necesiten o no, en las manos de los adultos en plenitud -como se les llama ahora a los viejitos. Lo preocupante de tanta generosidad es ¿de qué bolsa saca el dinero que regala y qué piensa hacer cuando ésta finalmente se vacíe? No cabe duda que Andrés Manuel cuenta con hechos que lo avalan, aunque también hay que reconocer que acostumbrados a la pésima calidad moral de nuestros políticos, muchos capitalinos nos conformamos con saber que al menos no tenemos un delincuente en la jefatura de la ciudad.
A veces sí y a veces definitivamente le damos a AMLO un NO, como cuando utiliza el poder que le hemos otorgado para promover sus sueños presidenciales, mismos que antes que él, hicieron perder el rumbo a sus predecesores Cuahutémoc Cárdenas y Rosario Robles. Mismos que lo inducen al populismo y a la megalomanía que por cierto le sienta tan mal a su natural sencillez. ¿Cómo puede alguien aspirar a gobernar un país tan complejo como el nuestro cuando ni siquiera es capaz de encontrar una fórmula para salvaguardar la libertad y el derecho de los capitalinos a circular libremente por las vías públicas que a ciencia y paciencia del gobierno son secuestradas por los ambulantes, las marchas, plantones y mitotes de toda índole que atentan contra la salud mental, la productividad, la seguridad y hasta la economía de los ciudadanos? ¿Cómo pretender gobernar un país cuando no se es capaz de hacer cumplir la ley? Primero lo primero, si Andrés Manuel quiere ser presidente algún día, que cumpla primero con eficiencia y en su totalidad el mandato que le hemos encomendado. Lo dicho, a veces sí y a veces no. ace@mx.inter.net