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Addenda/Los diputados locales

Germán Froto y Madariaga

El de la observación es sin duda un método que nos permite conocer a la gran mayoría de las personas e imaginar qué es lo que piensan y sienten en determinados momentos.

Aristóteles, el macedonio, el último de los filósofos griegos, aplicaba ese método y en él se apoyó para elaborar su propia filosofía de la naturaleza y los cambios que tienen lugar en ella.

Encuadremos en el tipo aristotélico de los cambios y las transformaciones naturales, los que corresponden a la persona humana y de manera particular, los que se manifiestan en aquellos que acceden a un cargo de elección popular, así como en los que están a punto de dejarlo.

Sirva esta pequeña introducción, para narrar un poco de lo que vi el miércoles pasado, cuando a invitación de mi amigo el diputado Heriberto Ramos Salas, presidente de la Gran Comisión del Congreso del Estado, acudí a la inauguración del nuevo edificio en el que se ubican las oficinas de los diputados locales.

Sobre el inmueble, bástenos con decir que es un recinto sobrio, funcional y espacioso, construido acorde a la arquitectura de todos los edificios públicos que se encuentran en esa zona de Saltillo y que vendrá a desahogar el congestionamiento que ya resultaba agobiante en el antiguo edificio del Congreso.

Pero lo importante es que en ese evento, tuve la oportunidad de observar a los diputados que pronto dejarán de serlo, porque concluyen su mandato el próximo 31 de diciembre y a los que habrán de iniciarlo (diputados electos), el primero de enero del año entrante.

Unos y otros, no todos por supuesto, mostraban actitudes contrastantes, pues mientras que algunos de los salientes reflejaban en sus rostros la evidente nostalgia del poder público, otros más de los entrantes, evidenciaban la satisfacción y en ciertos casos, la soberbia de quien está a punto de iniciarse en el ejercicio del poder.

Algunos cabizbajos y tristones. Otros arrogantes, suficientes, sobrados, como diciendo: “Mírenme, aquí estoy. Soy el diputado electo”.

Ni modo. Es la condición humana que nos induce a extrañar lo que hemos perdido o estamos perdiendo, por una parte, y por otra, a sentirnos gozosos porque durante tres años vamos a ser actores en la política de Coahuila.

A muchos nos ha pasado. Me incluyo para que nadie se sienta ofendido.

La escena del miércoles, me hizo recordar aquel 15 de octubre de 1994, cuando se instaló la LIII Legislatura del Congreso Local, de la que me tocó formar parte.

La historia era la misma. Caras largas de los que se iban y caras sonrientes de los que llegábamos. Pero además, la mayoría, creíamos conocer lo que es un congreso local.

¡Oh, chasco! ¡Craso error! Las nociones e ideas que uno tiene sobre lo que son las tareas legislativas, antes de llegar ahí, son apenas un esbozo de la realidad.

Diríamos, en un brevísimo repaso, que el Congreso de Coahuila es el órgano legislativo que, junto al Ejecutivo y Judicial, integran el gobierno de la entidad. Está compuesto por 35 diputados y funciona en pleno o en comisiones. Que tiene dos períodos ordinarios al año y que en los recesos del Pleno funciona la Diputación Permanente.

Pero, ¿qué es lo que pasa ahí adentro? ¿Cómo se realiza el trabajo legislativo? ¿Cuál es la actitud que se debe asumir para contribuir efectivamente a ese trabajo? ¿Cómo se desarrollan los debates parlamentarios?

Esas y otras preguntas más que nos formulamos desde afuera y cuyas respuestas creemos saber cuando llegamos al Congreso, muchas de las veces no corresponden a la realidad, por lo que es necesario cambiar nuestros esquemas mentales si en verdad queremos dejar huella en nuestro paso por el Congreso.

Ahí, dentro del Congreso se gestan y nacen las leyes que rigen la vida de los coahuilenses. El Congreso, como todo órgano legislativo, al través de la ley, está investido del poder de regular las conductas de los seres humanos que se encuentran dentro de su ámbito territorial de competencia.

Ese poder debe servir para mejorar la vida de todos los coahuilenses, no sólo la de aquéllos en los que nosotros tenemos un especial interés. Es falso que un determinado diputado represente sólo a los habitantes del distrito en el que fue electo, pues lo cierto es que representa a todos los hombres y mujeres de Coahuila.

En ese sentido, hay que buscar la forma de actualizar y mejorar el marco jurídico, con la finalidad de cumplir esa responsabilidad que aceptamos en el momento en que decimos: “Sí, protesto”.

Ello nos debe llevar a interiorizarnos en lo que la gente quiere, a fin de traducir ese querer en proyectos de ley, lo que a su vez nos conduce a sentarnos, durante muchas horas, a estudiar los temas y arrastrar el lápiz para trasformar en hipótesis normativas los deseos ciudadanos.

Pero al mismo tiempo que proponemos iniciativas de ley bien estructuradas y fundamentadas, debemos analizar con mucho cuidado las propuestas que otros diputados formulan o las que llegan al Congreso como iniciativas del Ejecutivo del estado o de la sociedad.

Nunca se debe rechazar una propuesta por el solo hecho de que la formuló un adversario político o porque surgió de un partido contrario. Porque esa forma de enfrentar las tareas legislativas, tiende a paralizarlas y se cae en la inamovilidad que tanto perjudica al pueblo.

Otro tanto sucede con la negociación parlamentaria y con el debate en la tribuna.

Ambas, tienen sus secretos.

Pero el espacio se acaba y esos aspectos bien nos ocuparían sendos artículos. Por ahora, sólo añadiremos que, como lo hemos dicho en otra ocasión, nuestros diputados, los que se van y lo que llegan, deben tener presente que tratándose de los cargos públicos, hay que estar preparados para ser y para dejar de ser.

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