Lo que aquí leerán son cosas bien sabidas, pero que cobran significativa importancia cuando las recordamos en el momento preciso.
Por la alcaldía de Torreón compitieron, entre otras, dos personas con las que me une una cordial amistad: Laura Reyes Retana y Guillermo Anaya Llamas.
Como en toda contienda electoral, en ésta hubo victorias y derrotas. Pero nadie gana ni pierde solo, por más que haya quienes lo vean así.
¿Cuál es el sentido de unas y otras? ¿Cómo actuar en la victoria y cómo en la derrota?
Comencemos por lo más difícil que es enfrentar una derrota.
Lo primero, como señalamos, es advertir que el resultado en una contienda electoral no depende de una persona en particular, sino que es la suma de muchos factores. De ahí que no sea válida la afirmación de que perdió quien encabezaba una determinada planilla.
A quienes hemos competido por un cargo de elección popular, nos consta que son muchas las acciones que hay que engarzar para llegar a obtener un resultado favorable. En ese sentido, cada cuál debe responsabilizarse de las tareas a las que se ha obligado. Lo hemos dicho en otro momento a manera de símil. Los actores en una campaña política, son como los músicos de una orquesta, pues cada cuál debe cuidar de tocar bien el instrumento que le corresponde y ajustarse a una partitura. Si todos hacemos lo propio, lograremos crear una sinfonía. Si alguno o algunos desafinan, no se logrará ese objetivo.
En ese sentido, Laura puso la parte que le correspondió. Hizo su mejor esfuerzo y si el resultado no fue favorable, malamente podemos imputárselo sólo a ella.
Pero además, asumió ese resultado con dignidad y fortaleza, lo que desde luego es plausible. Porque no es fácil actuar así cuando se ven canceladas nuestras aspiraciones.
Si se tiene una verdadera vocación de servicio, se puede realizar ésta desde cualquier responsabilidad pública que nos sea encomendada. Por ello, no tengo duda de que Laura seguirá trabajando, como muchos hombres y mujeres de Coahuila, por el mejoramiento de nuestra sociedad.
La victoria, tampoco se alcanza sólo por el trabajo de una persona. De ahí que el triunfo de Guillermo sea el resultado de su esfuerzo personal; pero también del realizado por todos aquellos que lo apoyaron durante su campaña.
Esto es importante tenerlo presente, para asumir con humildad y realismo un triunfo electoral. Lo peor que puede hacer un candidato triunfante, es creer que todo se debió a sus cualidades personales y a “lo mucho que lo quiere el pueblo”. Sé que no es el caso de Guillermo, pero no faltarán los que le digan que así es.
Guillermo es un político joven que ha conocido a lo largo de su carrera solamente las mieles del triunfo. Sin embargo, a partir de enero, habrá de enfrentar una prueba difícil que es la de gobernar un municipio.
No se trata ya de contribuir a la elaboración de la ley en el ámbito local o federal, como lo ha hecho en el pasado. Ahora, debe asumir la gran responsabilidad de trabajar en provecho de su municipio y de todos los que en él vivimos. Por su edad, buen cuidado deberá tener en la selección del equipo con el que gobernará. Quienes lo integren, deben ser personas capaces en las áreas que les sean encomendadas, honestas y con verdadera vocación de servicio. Sin esta última cualidad, las otras no serán suficientes para hacer un buen gobierno.
El ser sensible a los requerimientos y sentimientos del pueblo no es una cualidad que posea cualquiera y es indispensable para saber qué es lo que el pueblo quiere y qué lo que más le conviene. Porque a veces estos dos factores no son coincidentes.
Cuidado especial deberá tener con los halagos y las críticas. No debe creerse de los primero, porque acabarían por envanecerlo, ni molestarse por las segundas, pues si son fundadas estará obligado a tomarlas en cuenta y rectificar, sin que ello signifique molestia de ninguna naturaleza, ni causa de corajes o enojos.
Se enfrentará desde luego a la crítica tendenciosa y malsana. Ésa, le conviene desdeñarla. Frente a los embates de esos críticos, lo mejor es apoyarse en el pueblo. En él se encuentra la mayor fortaleza de cualquier gobernante .
La crítica sana, legítima y fundada deberá merecer su atención y dar por sus actos las explicaciones o aclaraciones del caso. El menosprecio de este tipo de crítica, acaba por hacer que incurramos en errores una y otra vez.
Deberá Guillermo recordar, que no hay que detenerse a “considerar los ataques de nuestros enemigos”, porque se pierde de vista el objetivo principal que, en su caso, será el de realizar un buen gobierno en provecho de la mayoría de los ciudadanos.
Cuando destinamos tiempo y energía a defendernos de los ataques infundados de nuestros enemigos, desperdiciamos estos dos elementos que son vitales para el trabajo que debemos desarrollar, el cual es de por sí agotador.
El servicio público es absorbente. Pero hay que buscar espacios para la familia. Porque no es bueno desatender a los nuestros, por atender las responsabilidades del cargo con un celo excesivo.
En fin, digamos para concluir, que gobernar es un arte y por tanto tiene sus secretos. Algunos ya los conoce Guillermo. Otros los irá descubriendo. Pero si actúa siempre con recta intención, poniendo su mejor esfuerzo, dándose el tiempo para todo y procurando el bien común, podrá sentirse satisfecho al final de la jornada.