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Aguas

Arturo Brizio Carter

Esta voz de alarma nada tiene que ver con los recientes meteoros que bajo los dulces nombres de "Isidore" y "Kenna" han dejado sumergido a medio país. ¡Aguas!, así, entre signos de admiración ha sido desde siempre un eficaz modo de prevenir desde un atropellamiento hasta un bofetón. Pues bien, el futbol mexicano y los equipos llamados grandes merecen recibir esta advertencia.

Para nadie es un secreto que los torneos cortos no han cumplido el objetivo con el que se supone fueron creados; se buscó, según se dijo entonces, partidos más espectaculares, mayor asistencia a los estadios, profusión en el debut de jóvenes promesas, alta competitividad e incluso, la probable reducción en la contratación de extranjeros.

Lo que sí se incrementó fue el negocio de tener dos liguillas en un año y se engordaron las chequeras de los promotores y directivos ante un draft que no sirve para nada y el reforzamiento a la mitad del año.

El torneo corto impide planear a largo plazo, pone una presión extra sobre directiva y cuerpo técnico, hace decrecer el nivel de competencia y provoca amnesia, pues pronto se olvida quién diablos fue el campeón.

La tremenda irregularidad de los equipos mexicanos tiene mucho que ver con esta forma de calendarizar que incluso afecta a la propia Selección Nacional pues lo que está en juego impide prestar de buen agrado a los jugadores que la integran.

Si el Torneo de Apertura, (otra jalada de los directivos el nombrecito, porque para acabarla, hasta copiones son), terminara hoy, queda claro que sólo dos equipos tienen el empaque para ser campeones: Toluca y América. Sin embargo, el tremendo desgaste que implica mantenerse en la cumbre tiene en nuestro futbol un magro premio: avanzar en caso de empate global y eventualmente jugar la Final en casa.

En cambio, todos aquellos equipos que, por obra y gracia del sistema de competencia se cuelen a la Liguilla son, por ese solo hecho, serios candidatos al título. Ellos no manejan presión y pueden dar la campanada.

Por eso les grito ¡aguas! a Choriceros y Águilas pues tendrán que verse las caras con Morelia, canchero y eficiente; eventualmente enfrentar a Pumas con su pressing y la motivación de volver a la cima; pueden tener que jugar ante Atlas, con nueva fisonomía y que se ha vuelto un tumbagigantes en casa; qué decir de Cruz Azul que da de cal y arena pero con un gran plantel curtido en finales o bien, las incógnitas disfrazadas de un Santos que complica como local, Chivas, Atlante o cualquiera que califique en el grupo 4.

Un equipo que consiga su boleto "de lágrima" le puede meter un susto al superlíder por ello, pienso que debería revaluarse a aquel que hace el esfuerzo durante 19 fechas y darle la posibilidad que, de no ser campeón en la Liguilla, jugar una Gran Final entre el superlíder y el ganador de dicha Liguilla.

Si de negocio hablamos, ese sería redondo y si es de futbol el tema, les digo a rojos y azulcrema ¡aguas!: no vayan luego a decir que no les avisé.

Me enteré por un programa de televisión que Ricardo Antonio Lavolpe asistió al partido que Toluca jugó frente al Pachuca. Esto no tendría nada de particular si no fuera porque el hoy técnico nacional bajó a los vestuarios choriceros al medio tiempo para, se dijo, conversar con Wilson Graneolatti.

Yo recomendaría que Lavolpe no haga cosas raras; por mucha amistad que exista, él está desligado de la institución y no es correcto ni ético que baje de la tribuna, bueno, ni para hacer pipí. De lo contrario cualquiera podría pedir la asesoría del estratega nacional en el entretiempo. Todos coludos o todos rabones.

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