Cuando vivía Perfecto Delgado solíamos coincidir en una de las bancas de la Plaza de Armas de Saltillo. Él con su canasto de pan, ya vacío y yo con mi repleto cesto de ilusiones juveniles. Nos sentábamos a ver pasar a la gente: ¿qué mejor distracción para dos desocupados de antípodas edades?
Qué tiempos aquéllos. El reloj de Catedral espaciaba ocho sonoras campanadas en la quietud de la noche. Las beatas, todas de negro hasta los pies vestidas, terminaban de persignarse en el Atrio de la Santa Iglesia. hacían corrillos, veían al cielo, se quitaban los chales, cotilleaban. Era verano: el clima entibiaba las conciencias y alebrestaba los deseos.
Don Perfecto, ojo experto y avizor, la vio venir y me pegó en las costillas con el codo: Era una espléndida belleza juvenil que paseaba con donosura y apresuramiento, seguida por unos cuantos moscardones de su edad. Pasó sin vernos. ¿Y eso qué? (pensamos) si nos había regalado, en aquel ámbito público, con la frescura de su juventud y el aroma de su perfume... Mi amigo no contuvo un comentario: “Ay, ay, ay ¿Que no querrá Diosito castigar mis pecados con una mortificación como ésa”?..
Cuando era niño soñaba con ser diputado. Crecí y lo fui. No me arrepiento. Luego soñé con ser legislador federal, pero nunca se me hizo...
Las oportunidades pasaron por mi vida como aquella muchacha de la Plaza de Armas, pero jamás se detuvieron conmigo. Ahora sueño, pues soñar no cuesta nada, como mi amigo Perfecto: ¿Qué no me castigará Diosito con una de estas mortificaciones?... En 1958 éramos nueve diputados a la XLI Legislatura del Estado. Muchos para lo poco que hacíamos, francamente. No había necesidad de que hubieran más, porque el único voto que contaba procedía de quien no era diputado, era gobernador. En la XLII Legislatura se incrementaron dos distritos electorales más, y por lo tanto se eligieron once diputados. Dio lo mismo: el voto decisivo salía del segundo piso del Palacio de Gobierno de Coahuila. Aquello se tornó rutina durante seis legislaturas, pero en 1979 empezó a sonar en la Nación la onda de los diputados de representación proporcional, o plurinominales. Se trataba de darles chance a los partidos minoritarios, y atole con el dedo a quienes, sin fuerza política real, soñaban con sustituir al PRI en el juego electoral. Para la XLVIII Legislatura se agregó un diputado de mayoría relativa y cuatro de representación proporcional: dos para el Partido Popular Socialista y dos para el Auténtico de la Revolución Mexicana.
Con 16 diputados se integraron, entonces, la XLIX, la L y la LI legislaturas, pero en la LII ya eran 21 padres conscriptos: 15 del PRI y 6 repartidos de dos en dos para Acción Nacional, el Partido de la Revolución Democrática y el Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional.
Luego, en 1994, se reformaron nuevamente la Constitución y la Ley Electoral para que el Congreso del Estado creciera en 32 curules: 20 de mayoría relativa y 12 de las de regalo. Y en la reforma más reciente, de 2001, la Cámara local aumentó los sitiales para la representación popular hasta completar 35, lo cual planteó el crecimiento de su Presupuesto de Egresos y la ya resuelta necesidad de un edificio para las oficinas de los diputados, pues la sede del Poder Legislativo se planeó hace 21 años para menores requerimientos. En adelante, ningún próximo Gobierno Estatal va a poder afrontar el explosivo crecimiento del Congreso si no pone un alto al sistema de representación proporcional, que se ha constituido en una forma de canonjía, o prebenda, en beneficio de partidos políticos que carecen de una real membresía ciudadana.
Por vez primera, estoy de acuerdo en una propuesta de los diputados del PAN: la aritmética no debe seguir concediendo curules y por lo tanto debe prevalecer únicamente el sistema de mayoría relativa. Así lo exige la auténtica democracia que norma las elecciones en México y en Coahuila.
Un mensaje a mis comprensivos editores y a mis generosos lectores: me veo en la necesidad de suspender la redacción de “Hora Cero” por lo que resta del mes de Diciembre. Retorno el primer lunes del próximo Enero del año 2003. Permitan, por lo tanto, que adelante mis buenos augurios para ustedes y sus familias en Navidad y en Año Nuevo. ¡Salud y hasta la próxima!...