INTRODUCCIÓN
El concepto “calidad” se ha introducido, durante los últimos años, en todos los ámbitos de la vida de los países desarrollados, constituyendo actualmente la calidad de vida el elemento de referencia del estado del bienestar. En el entorno sociosanitario, la calidad en las prestaciones asistenciales constituye una de las prioridades de las reformas sanitarias de los sistemas públicos de salud, hasta el punto de que algunos defienden que el abordaje de la salud desde la calidad contribuiría decididamente a favorecer el imprescindible cambio cultural traducido en la capacidad de incrementar y mejorar el papel de los profesionales en la consecución de mayores cotas de salud en la sociedad.
Desde el punto de vista clínico o asistencial, el término “calidad de vida” ha venido utilizándose de forma poco específica, y en ocasiones abusiva. Para definir conceptos genéricos como salud, estado de salud, capacidad funcional y bienestar social que, en el fondo, no son más que dimensiones o parcelas de la propia calidad de vida.
La salud ha sido definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un estado completo de bienestar físico, mental y social, no limitándose tan sólo a la ausencia de enfermedad. El estado de salud es un término que incluye todos aquellos elementos que forman parte integral de la persona y excluye los que existen de manera independiente a la misma, aunque puedan interaccionar con ella. La capacidad funcional es el grado en que un individuo es capaz de desarrollar los papeles que tiene asignados libre de limitaciones físicas y mentales, y, finalmente, el bienestar social incluye todos aquellos factores externos al individuo (ambiente, comunidad, grupos sociales) que interaccionan con la persona y que forman parte de su calidad de vida.
Para intentar evaluar la calidad de vida es preciso tener en cuenta que sobre ella influyen tres tipos de factores –sociales, individuales y comunitarios- que requieren su interpretación desde diferentes puntos de vista. En consecuencia cualquier cuestionario que pretenda evaluar la calidad de vida debe incluir los siguientes aspectos:
1.- Evaluación de la capacidad funcional del individuo para desarrollar las actividades diarias, desempeñar su actividad laboral y participar en actividades recreativas.
2.- Evaluación de las funciones sociales, que deben incluir las relaciones con los amigos, la familia y la comunidad.
3.- Evaluación de funciones intelectuales como su capacidad de atención, memoria, habilidad, toma de decisiones, etc.
4.- Evaluación del estado emocional: bienestar general, nivel de ansiedad, depresión, sentimientos de falta de adecuación, temores, etc.
5.- Evaluación de su situación económica, que es la capacidad de la persona para mantener su estándar de vida.
Desde un punto de vista económico, la calidad de vida debe evaluarse mediante indicadores sociales que se dividen en tres ámbitos.
1.- Dominios de la salud, el trabajo, la educación y la vivienda, que son los componentes básicos y nucleares de la calidad de vida.
2.- Dominio relacionado con el ambiente.
3.- Dominio de las relaciones con la familia, los amigos, el ocio y el tiempo libre.
En muchas investigaciones se ha constatado que el ámbito de la salud explica una parte considerable de la calidad de vida global, de tal forma que si se experimenta mejorarla, por ejemplo, en la salud mental, también mejoran sustancialmente otros dominios que se relacionan con la actividad del individuo. Por tanto, la satisfacción con la salud es uno de los componentes fundamentales de la calidad de vida percibida. A partir de estas observaciones se ha propuesto un término para adecuar la denominación a los contenidos del concepto de calidad de vida, acuñándose así el término “calidad de vida relacionada con la salud” que permite clarificar la aplicación limitada de la calidad de vida al ámbito de los servicios sanitarios.
“Hay que mejorar nuestra calidad de vida”...
Feliz Año Nuevo les desea con cariño Dr. Raúl Domínguez Glez.
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