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ALECO / Obesidad durante la menopausia

Dr. Raúl Domínguez González

La obesidad siempre es causada de preocupación en la mujer, sobre todo cuando se relaciona con síntomas que afectan sus relaciones interpersonales, su autoestima, su salud o su calidad de vida.

Cuando las mujeres obesas llegan a la menopausia, generalmente han visitado varios médicos o clínicas de adelgazamiento y se han sometido a infinidad de estudios y tratamientos, los cuales, en la mayor parte de los casos, no han solucionado sus problemas y no siempre se les ha explicado cómo manejarlos, sino que, en general, se les ha subvalorado orgánica y emocionalmente.

A veces se les ha señalado que es un problema familiar sin comprender, quizás, que sus familiares también estén afectados. Se va creando así una relación de desconfianza con los médicos y los tratamientos, todo lo cual repercute negativamente en el control de estas mujeres durante su climaterio, mismo que a su vez, aún hoy, también es subvalorado.

La transición climatérica trae consigo la aparición de cambios metabólicos que tendrán consecuencias a largo plazo en el estado de salud y en la calidad de vida de la mujer.

La postmenopausia se relaciona con incremento de: obesidad, hipercolesterolemia, hipertensión arterial y diabetes tipo 2.

Es posible que con la menopausia las mujeres obesas ganen aún más peso, lo cual se acompaña de un incremento del porcentaje de grasa corporal; y las mujeres con peso adecuado hasta ese momento pueden, por primera vez en sus vidas, verse frente al problema de la obesidad.

El incremento de grasa corporal ocurre durante los períodos de balance energético, cuando la ingestión calórica supera el gasto energético diario.

Durante la menopausia existe un descenso significativo del metabolismo basal y dado que éste representa entre 60 y 75% del gasto energético diario, pequeñas variaciones tienen repercusiones importantes en la regulación del peso corporal. La magnitud del metabolismo basal durante la menopausia puede traducirse en un incremento anual de grasa corporal de 3 a 4 kg.

Diferentes estudios han demostrado que el metabolismo basal depende de la menopausia y que es independiente de la edad de la mujer, por lo que la reducción de la producción estrogénica podría estar relacionada con la disminución del metabolismo basal.

Por otra parte, se ha demostrado que los tejidos no grasos (músculos) disminuyen aproximadamente 3 kg en la postmenopausia y algunos, incluso, estiman que la pérdida de masa muscular puede ser acelerada. Dicha reducción es el principal factor del gasto energético basal y, por lo tanto, la disminución del tejido metabólicamente activo contribuye a disminuir aún más los requerimientos energéticos.

La actividad física es el componente más variable del gasto energético diario. Los individuos tienen comportamientos muy diferentes en cuanto a sus actividades físicas, las cuales, a su vez pueden variar durante la época de la menopausia. Incluso pequeñas variaciones de la actividad física, durante períodos prolongados, pueden tener importantes implicaciones en la regulación del peso corporal.

Se ha comprobado que las mujeres postmenopáusicas tienen menor actividad física que las premenopáusicas, o que las posmenopáusicas bajo terapia hormonal de reemplazo (THR).

Si bien no se sabe con precisión la magnitud del beneficio de la THR en el peso corporal, se estima que este efecto no se debe solamente al estilo de vida más saludable y al mayor nivel cultural de las usuarias, sino también a la THR por sí misma.

La disminución del gasto energético en condiciones basales, sumada a la reducción del gasto por el descenso de la actividad física, pueden estar relacionadas con el incremento de la grasa corporal y con la disminución de la masa muscular observados en la postmenopausia. Por lo tanto, si no existe una reducción proporcional en la ingestión calórica el desequilibrio energético aumentará aún más.

Los períodos prolongados de desequilibrio energético producen cambios en la distribución de la grasa corporal.

Si bien en muchas mujeres postmenopáusicas se comprueba un aumento de peso y de grasa corporal, en otras pueden ocurrir modificaciones en la composición corporal sin producirse cambios en el peso. Estas modificaciones comienzan a producirse durante el climaterio y progresan con el tiempo.

La densitometría mediante análisis de la composición corporal ha podido demostrar de manera fácil y rápida estos cambios que ocurren en el tejido adiposo, muscular y óseo en la postmenopausia, incluso en las mujeres con peso normal.

En cuanto a la distribución del tejido adiposo en la postmenopausia, la disposición central y, sobre todo, la acumulación intraabdominal son factores predictivos mayores de diabetes, hipertensión arterial y coronariopatía.

Además de estas importantes consecuencias metabólicas, debemos recordar el incremento de riesgo oncológico que tiene la paciente obesa.

El cáncer de endometrio tiene mayor incidencia en obesas, hipertensas y diabéticas, y el cáncer de mama está incrementado en mujeres con mayor disposición de la grasa en la parte superior del cuerpo.

Las mujeres premenopáusicas tienen una actividad lipolítica mayor que las posmenopáusicas en el tejido adiposo abdominal, así como una mayor actividad de la lipoproteín-lipasa en el tejido adiposo femoral.

La relación cintura-cadera, instrumento que permite estimar la distribución de la grasa corporal, es mayor durante la postmenopausia que durante la premenopausia. Los esteroides sexuales influyen sobre la actividad de la lipoproteína-lipasa y la distribución de la grasa corporal.

En la premenopausia la progesterona aumenta la actividad de la lipoproteín-lipasa, la cual es mayor en la región glúteo-femoral que en la abdominal.

Si bien aún no queda clara la variación regional de los receptores de progesterona, se piensa que concentraciones mayores en el tejido adiposo glúteo femoral se correlacionan con mayor actividad de la lipoproteín-lipasa.

Durante la postmenopausia se pierde la producción de progesterona, predominando la producción localizada de estrona, con un descenso en la actividad de la lipoproteín-lipasa.

Este cambio en la actividad se relaciona con una disminución del tamaño de los adipocitos en la región glúteo femoral con una desviación de la adiposidad hacia la parte superior del cuerpo.

Este tipo de distribución androide se vincula con un perfil hormonal relativamente más androgénico y con una densidad ósea mayor en las mujeres postmenopáusicas.

Otros estudios han demostrado de manera consistente que las concentraciones de insulina en ayuno están incrementadas en las mujeres posmenopáusicas que han aumentado su adiposidad central.

La terapia hormonal de reemplazo pueden prevenir el incremento de la grasa central en la postmenopausia inmediata; pero cabe destacar, sobre todo por la gran confusión que existe entre las pacientes y los médicos, que se ha confirmado que así como la THR no provoca sobrepeso ni aumento en la disposición central de la grasa, su uso a largo plazo o durante periodos intermitentes tampoco puede evitar dichas modificaciones en la distribución adiposa y la obesidad.

La dieta, el ejercicio adecuado y la THR ayudan a mitigar los efectos negativos que puede tener la menopausia sobre el metabolismo, el patrón lipídico y el riesgo cardiovascular.

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