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Amenaza en Venezuela

ALFONSO LUQUÍN CALVO

Ya hemos comentado anteriormente sobre el proceso que vive la izquierda brasileña. En este país, Brasil, la opción que ha optado por la vía electoral se encuentra a punto de ganar las elecciones presidenciales, y a menos que una buena parte, prácticamente la mayoría de otras fuerzas de izquierda teman, y se inclinen a última hora por el candidato oficialista José Serra (por cierto del Partido Socialdemócrata del presidente Cardozo), la victoria de ?Lula? parece inevitable.

Otra nación latinoamericana en donde el proyecto de izquierda se encuentra amenazado es Venezuela. En este caso la amenaza es mucho mayor ya que la conjunción de fuerzas antidemocráticas, que reúne en un todo aglutinado a la oligarquía industrial y primario exportadora, al capital financiero, el apoyo norteamericano y grandes sectores del pueblo descontentos por la prolongada crisis económica, amenaza nuevamente con una serie de marchas y manifestaciones que deberían concluir con un nuevo golpe de Estado en contra del presidente Chávez. Este proceso es de una gran significación histórica. Anteriormente, en particular en el caso de Chile, se confió en la democracia y en la lealtad de las fuerzas armadas, se confió en que los Estados Unidos y la oligarquía chilena respetarían las reglas del juego democrático, y el precio que hubo de pagar fue enorme.

En efecto, no solo pagó con su vida el propio presidente Allende, sino miles de comunistas y socialistas que fueron brutalmente asesinados por el régimen de Pinochet. Hoy, las cosas parecen haber cambiado. El primer golpe contra el gobierno de Venezuela, reveló que el presidente Chávez y las fuerzas leales a la revolución bolivariana, no estaban sumidas en la misma confianza; en los momentos más álgidos de la intentona golpista surgió la organización armada de resistencia popular: las guardias bolivarianas. Esta organización armada del pueblo revolucionario, al estilo de las fuerzas armadas revolucionarias de Cuba, constituyó una de las base para desestabilizar a los golpistas y dejar en claro que el presidente no había renunciado y que se trataba de un verdadero golpe de Estado.

El significado de estos acontecimientos resultó claro para todos, la oligarquía sólo está dispuesta a respetar la democracia si ésta se convierte en una máscara que oculte sus verdaderos intereses y le permita gobernar a ella de forma civilizada.

En cuanto un gobierno contrario a los intereses de dicha oligarquía y del capital extranjero (en este caso estadounidense) gane las elecciones, entonces es necesario realizar manifestaciones y marchas, olvidándose de todos los quejidos que emiten cuando es la izquierda quien las realiza.

Ahora sí no importa que las calles se bloqueen, no importa que las fábricas paren y se desestabilice la economía, ¡no! Regresar al poder a toda costa es la consigna. No contentos con ello, porque saben que esto no basta, sobornan a miembros del ejército, desde la embajada norteamericana se fraguan los intereses que han de llevar a su estratagema favorita para impedir la democracia que tanto pregonan: el golpe de Estado.

En resumen, la política de la oligarquía latinoamericana consiste en ser demócratas siempre y cuando sean ellos los que ganen, en boicotear la economía y ser golpistas si no ganan, para recuperar el poder. Ellos confían en que a la segunda va la vencida, al igual que su patriarca Bush lo piensa en Irak, pero igual puede ser que segundas partes no sean buenas.

Y es aquí donde deseamos detenernos y comentar la justeza histórica de las tesis acerca de la dictadura del proletariado, tan poco comprendidas y enormemente tergiversadas gracias a los antimarxistas como Stalin o Brezhnev, que las convirtieron en formas permanentes de gobierno. Marx sostenía que la conquista del poder por las clases trabajadoras debía conducir a la sociedad a una verdadera democracia, pero el suyo no era un argumento inventado de la nada o constituía una especulación teórica; nada de eso, se basaba precisamente en hechos como los que suceden hoy en Venezuela, y como sucedieron en Chile. Pero que sucede cuando la voluntad del pueblo decide tomar la conducción de la economía en su beneficio y no en beneficio de los intereses de la oligarquía, entonces todo depende de la respuesta de dicha oligarquía. ¿están dispuestos a aceptar la democracia aunque esta no cumpla con sus fines e intereses, o prepararan una dictadura burguesa? En estas condiciones, los pueblos no tienen más alternativa que esa: dictadura burguesa o dictadura proletaria. Marx añadía que la historia, hasta ese momento, mostraba una constante en ese sentido: la respuesta de la burguesía desbancada del poder ha sido siempre la misma.

Desde el punto de vista objetivo, entonces, no existe antecedente que permita suponer lo contrario y por consiguiente, resulta totalmente lógico que el presidente Chávez, si no quiere repetir el error histórico de Allende, se encuentre preparado para enfrentar el intento de dictadura de la oligarquía y que, más aún, lo deseé, para aplastar de lleno su resistencia y encaminar a una mayor velocidad la revolución que encabeza.

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