‘En el campo deportivo, anexo al negocio de las Mijares Solares, sobre el verde césped y a la sombra de frondosa arboleda, se instalaron las mesas que fueron ocupadas en su totalidad por socios e invitados del Club Sembradores de Torreón, en su sesión comida reglamentaria efectuada el jueves anterior.
Les correspondió ser anfitriones a Javier Mijares Solares, Arturo Rivera Ruiz, Horacio Aranda Alcalá y Hugo de la Mora Esquivias, que se soltaron el pelo con su esplendidez, pues fíjate que al final de la comida rifaron cuarenta artículos de uso personal y de casa, siendo el premio principal un viaje para dos personas al hermoso puerto de Mazatlán.
Al inicio de la sesión, se le dieron aplausos sonoros y prolongados al secretario del club, Ramón García de la Cruz, por las ocurrentes “calaveras” de su autoría, y ése fue el motivo para pedirme que incluyera en esta columna otros “muertos” más. Pues ahí les van:
Como a través de los años Pipe Rodríguez ha sido muy puntual en su asidua asistencia a nuestros eventos, lo recuerda así: “Era el primero en llegar, con puntualidad de inglés, organizaba una comida en menos de dos por tres. El convivio extraoficial, él siempre lo organizó, lo cual fue un enigma ¿pues a qué horas trabajó?”.
A Chuy Campos por su entusiasta actividad en el IPADE: “Inconsolable Alma Rosa, quedó triste y compungida, pues la muerte de don Chuy, la pescó desprevenida. Ya hablé con el de la llave, el portero celestial, ya le organicé otra IPADE –dijo Jesús muy formal”.
Y a tres consocios nuestros, muy conocidos en el mundo de la política, los manda al cementerio componiéndoles los siguientes epitafios: A Salomón Juan Marcos: “Comprobó aquí Salomón, esa copla bien sabida, que aquél que se va a la Villa, de seguro pierde su silla”. Y a mi tocayo Paco Dávila: “De la ciudad de Torreón él quiso ser presidente. Chamuscado entre los muertos, pasa lista de presente”. Y de Alejandro Pérez de la Vega: “Sus familiares queridos, muy compungidos están, don Alex ya fallecido y su hijo adherido al pan”.
Y para que no escape Ramón García de tan singular obituario, también le hicieron su calavera con alusión a su prominente adorno nasal: En jocosos versos el buen Ramón, a muchos mandó al tenebroso panteón, pues en rimas buenas y certeras, de sus consocios hizo calaveras. Pero al secretario decir se le olvidó: “ahí también debo estar yo”. Y para enmendar tan omiso desliz, la calaca se lo llevó de la nariz.
Como dijo el poeta: “No son muertos los que en santa calma yacen en tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y ¡viven todavía!”.