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Apuestas: realidad sin reglas

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MEXICO, D.F.- Domingo, mediodía, la carrera de caballos está por comenzar. Caramelo es el favorito. En el “book” -casa de juegos- de Santa Fe, las apuestas están corriendo. Allí está Carlos Castro, de 45 años de edad, que es el vivo ejemplo de un apostador enfermizo.

El cuenta su historia: “Hace 20 años aposté por primera vez.

Todos los días me proponía no caer en la tentación, pero llegaba la tarde y sentía la necesidad de jugar. Mi familia me abandonó.

Ahora, la única compañía que tengo es mi suerte”.

Pero la buena vibra no lo acompañó. El caballo bautizado como Hermana Angélica ganó. En cosa de segundos, Carlos perdió cinco mil pesos. “Ahora en la segunda carrera -se pregunta-, ¿me voy con Natalia o El Nene Negro? Episodios como éste se multiplican en los Sports Book y Yak que, con o sin casinos en México, operan en el país desde la década de los 90.

Así, las casas de juego en México datan de tiempo atrás. La Ley de Juegos y Sorteos de 1947 ampara su acción. No son casinos, dice Fernando Ramírez, director de Mercadotecnia de los Yak y Book que operan en el país. “El público sólo invierte en una opción de suerte para llevarse un dinerito”, expresa.

Sin embargo, allí también se profesa una pasión extrema por el juego pues hay casos de divorcios, jugadores en la ruina, deudas jamás pagadas...

La lotería de moda...

Dos empresas dominan los Yak y Book en México: el grupo Caliente, que encabeza Jorge Hank Rohn y; la Operadora Mexicana de Hipódromos (OMH), perteneciente a la Corporación Interamericana de Entretenimiento.

El grupo Caliente cuenta con el monopolio de la señal de los hipódromos de Estados Unidos. Tiene decenas de books en el Distrito Federal, Tijuana, Baja California; Estado de México, Puebla, Cuernavaca, Morelos; Cancún y Cuzumel, Quintana Roo.

Mientras que la OMH cuenta con ocho sucursales en la ciudad de México, dos en Guadalajara, Jalisco; una en León, Guanajuato, y otra en Cancún, que tienen la exclusividad de las transmisiones del Hipódromo de las Américas.

El Yak no es otra cosa que la lotería, pero más in. La entrada no cuesta. El cartón para jugar vale 10 pesos y 20 si son partidas especiales. El premio mínimo es de tres mil pesos, mientras que el máximo puede cotizarse en más de 100 mil.

Es un juego que consiste en completar un cartón de 15 números conforme se extraen de una urna. Se puede ganar de dos formas: llenando una línea o todo el Yak. Con la primera, se premia a la primer persona en concluir una línea horizontal -de cinco números- del cartón. Mientras que para ganar el Yak es necesario completar todos los números.

Si hay alguien que no deja de jugar al Yak es Rosa Martha Martínez de la Torre. “Mi vicio es el Yak”, confiesa. No es, asegura, “una dama nice” que todas las tardes va a “tirar” el dinero del esposo. Eso sí, apuesta con ganas: “No tengo un límite, pero a veces me gasto hasta tres mil pesos diarios”.

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