Se cumple hoy un año de aquel día en que terroristas pertenecientes a la agrupación Al-Qaeda comandado por Osama bin Laden, atacaron el corazón y cerebro de los Estados Unidos, logrando su objetivo de derribar las Torres Gemelas, símbolo del poder económico norteamericano y dañar seriamente al Pentágono, centro de inteligencia de ese país que por primera vez en su historia veía desmoronarse su sofisticado sistema de seguridad nacional.
Muchas fueron las víctimas inocentes de esos ataques y la consternación recorrió el mundo generando la solidaridad de cientos de pueblos que se unieron al de E.U. para orar por los caídos en aquel aciago día de septiembre, porque siempre será condenable todo acto que atente contra la vida de seres humanos que nada tienen qué ver con la política seguida por sus gobiernos, aun cuando éstos hayan incurrido en actos igualmente criminales.
De entonces a la fecha el gobierno de George W. Bush ha sostenido una lucha abierta contra el terrorismo que si bien ha sido respaldada por muchos gobiernos, entre ellos el de México, la misma dividió a los grupos sociales, pues mientras unos consideran legítima la aplicación del principio de: “ojo por ojo y diente por diente”, otros estiman que la Casa Blanca ha tomado como pretexto esos ataques para invadir territorios, deponer gobiernos y asesinar, a su vez, a seres inocentes.
Aún hoy, el gobierno de Bush sigue sosteniendo que pueden producirse nuevos ataques asesinos y con ello mantiene vivo el natural temor de los norteamericanos a perder la vida a manos de grupos terroristas que hacen del crimen una manera de reivindicar sus ideales fundamentalistas, lo que es a todas luces censurable, porque tras ese plan de intimidaciones se encubre un gobierno que ha sido incapaz de castigar conforme a la ley a los culpables del atentado del 11 de septiembre, así como, de dar respuesta efectiva a su pueblo y construir puentes de paz en la comunidad internacional.