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Asignatura pendiente: Cultura del mantenimiento

JUAN DE LA BORBOLLA R.

Los mexicanos en general trabajamos como el mejor de los mortales, cuando se nos manifiesta la emoción inicial para emprender algo, el problema es que nos falta en muchas ocasiones empeño y voluntad para proseguir el esfuerzo, nos falta perseverancia para colocar las últimas piedras, habiendo puesto primorosamente y con todo entusiasmo la primera, o las primeras.

Una derivación de este hecho la podemos constatar en la forma con que dejamos que obras materiales incluso suntuosas, vayan deteriorándose al paso del tiempo, sin que nos preocupemos por darle ese mantenimiento necesario que provocaría que se siguieran viendo estéticas y siguieran siendo funcionales; tal y como sucede en otras partes del mundo, donde el paso del tiempo no significa obligatoriamente el deterioro y el abandono de los bienes. La afirmación contraria acepta excepciones muy sonadas como puede serlo por ejemplo el sistema de transporte colectivo de la Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey por ejemplo. Pero eso mismo no es posible afirmarlo de otra infinidad de edificaciones como pudieran serlo, la mayoría de los sanitarios en estaciones de gasolineras de carreteras, las oficinas públicas, sobre todo de juzgados y de clínicas, los puentes de los pasos a desnivel, los jardines de muchos parques, y un larguísimo y lamentabilísimo etcétera.

Son famosas esas fastuosas inauguraciones oficiales de obras públicas, con presencia del presidente de la República, en las que inclusive se pintaba el pasto de verde, para que todo se viera como “set” de estudio de Hollywood, pero que justo a la manera de la industria de la imaginación, una vez que se terminaba el acto protocolario, la obra recién inaugurada se convertía en verdadera pocilga. El problema en torno a este hecho no podemos atribuírselo en exclusiva al gobierno; resulta más bien un problema derivado de una deseducación que a veces hemos recibido, al no hacérsenos ver que las cosas están para que nos sirvan y para servirnos de ellas, pero que en la medida en que esas cosas son cuidadas, dándosele el mantenimiento requerido para su mejor funcionamiento, nos acabarán sirviendo más y con mejores niveles económicos de rendimiento.

Sería de emular la cultura que en otras partes existe, en torno al cuidado y mantenimiento respecto de las cosas. Ello provoca que objetos, edificios, bienes muebles e inmuebles luzcan como nuevos, mucho tiempo después de haber sido construidos y además sirvan efectivamente durante mucho mayor extensión de tiempo y espacio. Hacer un buen uso de las cosas es algo que debe enseñarse desde muy temprana edad y en todos los estratos sociales. No es problema ni de los muy pobres, ni de lo muy ricos; es una clara deficiencia nacional, que ojalá podamos revertirla en beneficio personal y de toda la nación, porque si no nos acabaremos nuestra patria en muy poco tiempo.

Como parte de ese cuidado que debemos tener para con las obras materiales se requiere dedicar dinero y esfuerzo al tema de la conservación y la reparación constante de los pequeños y grandes deterioros que pudieran irle surgiendo a dichos bienes de modo que con una acción previsora de mantenimiento programado y de reparación rápida de desperfectos surgidos, las obras tengan una vida útil mucho mayor a la que desgraciadamente en estos momentos tiene, merced a esa actitud de desidia, pereza e irresponsabilidad con que los mexicanos muchas veces actuamos en relación a este tema.

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