Washington.- Las autoridades subieron a 500.000 dólares la recompensa por el francotirador de los suburbios de Washington que ha matado a ocho personas en diez días, mientras se reaviva el eterno debate sobre la venta de armas de fuego en EEUU.
Charles Moose, jefe de la policía del condado de Montgomery (Maryland), donde han ocurrido la mayoría de las muertes, divulgó el sábado la imagen de una camioneta blanca aparentemente usada por el asesino en serie, según el testimonio de varias personas.
El secretario de Salud Pública norteamericano, Thommy Thompson, anunció que el gobierno entregará 250.000 dólares para los servicios de salud mental en el sur de Maryland, el norte de Virginia y el Distrito de Columbia, donde los ataques asesinos han causado angustia en la población y la suspensión de numerosas actividades al aire libre durante el fin de semana.
La sospecha de que el atacante emplea un fusil de asalto o un rifle con mira telescópica ha servido para reavivar el debate sobre la venta de armas de fuego en Estados Unidos.
En EEUU, un país de unos 280 millones de habitantes, hay aproximadamente 192 millones de armas de fuego en manos de la población, 65 millones de los cuales son pistolas y revólveres.
El 39 por ciento de los hogares estadounidenses tiene un rifle y el 24 por ciento tiene un arma corta. Cada año, unas 130.000 personas son heridas por armas de fuego, de las cuales casi 30.000 mueren.
En 1998, los armeros autorizados vendieron unos 4,4 millones de armas de fuego, y se calcula que de uno a tres millones de armas más cambian de mano cada año en el mercado de segunda mano, en el cual las ventas no están sujetas a controles y regulaciones.
Los ataques del francotirador de los suburbios, a menos de un mes de las elecciones para la renovación parcial del Congreso y mientras la administración del presidente Gerog W. Bush se ocupa de combatir al terrorismo, airean el incómodo asunto, para muchos políticos y para el propio gobernante, del control de las armas de fuego.
Joe Sudbay, del Centro de Política sobre la Violencia, denunció la existencia de una "cultura de tono militarista en la industria de armas, que glorifica la imagen del francotirador".
"Las ventas de armas en el mercado primario están sujetas a regulaciones y controles que no siempre se cumplen, pero las ventas de segunda mano en general no se controlan", agregó.
Alan Gottlieb, un portavoz de la Fundación Segunda Enmienda -que interpreta como derecho constitucional la tenencia y porte de armas- sostuvo que "cada arma que se vende está sujeta a regulaciones y se hace una comprobación de antecedentes del comprador".
El arma que supuestamente usa el francotirador de los suburbios, dijo Gottlieb, puede ser "un rifle común de caza y no es necesariamente un arma de tipo militar".
Algunos promotores de mayor control sobre las armas han insistido en que debe ser obligatorio el "registro de huellas balísticas" de las armas largas que se venden.
La técnica consiste en el disparo de las armas antes de su venta para la toma de muestras de las marcas únicas, como huellas dactilares de una persona, que cada fusil o rifle deja en las balas que dispara.
Un registro nacional de esas "huellas balísticas" permitiría, según los expertos, localizar el arma usada en un crimen.
Las autoridades policiales, que han confirmado que un hombre asesinado el viernes en Fredericksburg (Virginia) fue la décima víctima, y la octava fatal, del francotirador, indicaron que la bala era de calibre .223.
Pero eso significa poco, ya que la familia de municiones .223 incluye la munición para tiro al blanco .222, la que se usa para caza de animales menores como la .22-250 o la bala especializada de pistola .221.
Tampoco está claro qué arma usa el francotirador,ya que puede ser un rifle de caza con cerrojo, un rifle Ruger Mini-14 que se usa comúnmente en ranchos y granjas para eliminar alimañas, un fusil de tipo M-16 o el Colt AR-15.