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Balance positivo

Xavier Massimi

El conflicto entre el Consejo Nacional de Gobernadores (Conago) y el Poder Ejecutivo Nacional continúa y puede provocar una crisis económica seria.

En la Constitución se establece que una vez aprobado el presupuesto del año, si durante el ejercicio del mismo la recaudación es menor que lo que se había programado, el Ejecutivo federal puede disminuir las partidas presupuestales en el mismo porcentaje que disminuye la recaudación.

Es lo que sucedió este año.

Se habla de que han disminuido cuarenta mil millones de pesos al presupuesto programado para los estados.

La Conago exige que se reponga esa cantidad a los gobiernos estatales. Los gobernadores de la Conago no quisieron ir a Los Pinos si antes el Presidente no les reponía las cantidades presupuestadas antes del recorte. Y ahora están en la postura de cambiar la Constitución para quitarle al Presidente la facultad de manejar el presupuesto federal y además obligar al Ejecutivo a publicar cada mes cómo se ha ido gastando el presupuesto. Transparencia, pues.

El conflicto tiene dos aspectos: El político y el económico.

Desde el punto de vista político, la postura de la Conago es una estrategia para ganar votos en las elecciones del 2003. Si logran que se les repongan las cantidades que se redujeron, aparecerían como campeones del pueblo, al defender sus intereses. Esto sería beneficioso tanto para los gobernadores como para los diputados y senadores del PRI y del PRD. Aparecerían como defensores de los ciudadanos y del federalismo acrecentando la autonomía de los estados en el Pacto Federal.

A mediano plazo esto puede resultarles un bumerang, porque si en las próximas elecciones presidenciales el PRI ganara y no tuviera la mayoría absoluta en el Congreso, estaría sujeto a la misma presión que está ejerciendo en este momento, sobre el Gobierno Federal. Es interesante constatar que la Conago tiene dos tazas y dos medidas: Exige transparencia y rendición constante de cuentas al Gobierno Federal, atribuyéndose, además el derecho de decidir sobre el presupuesto, pero no hay ni un sólo gobernador del grupo que haya propuesto la misma transparencia en el ejercicio presupuestal de los gobiernos estatales. La discrecionalidad es la regla y los Gobiernos Municipales no tienen posibilidad de saber cómo se maneja el presupuesto del estado y mucho menos participar en la distribución del presupuesto.

Algunos de estos gobernadores hoy tan celosos para defender el presupuesto del estado, podrían comenzar a hacer públicas ciertas partidas de su presupuesto estatal, como su propio salario y el gasto en guaruras, vehículos, comidas y viajes al extranjero. Transparencia pues.

Pero más grave que el aspecto político de conflicto, es el aspecto económico. Si se le quita al Ejecutivo la facultad que ahora tiene de ajustar el presupuesto a la recaudación y se le obliga a gastar las cantidades decididas por el Congreso, el resultado puede ser crítico.

Gastar, como nación, un dinero que no se tiene, aumenta el déficit del Estado provocando inmediatamente aumento en las tasas de interés, crecimiento en el índice de inflación, mayor restricción del crédito y como hemos tenido tantas veces la experiencia, aumento en el desempleo, huida de capitales y disminución de la inversión: Crisis económica seria.

Se ataca al Gobierno actual de ser un Gobierno de derecha. El PRI se identifica como un partido socialdemócrata y el PRD como un partido de izquierda.

Esto justificaría el conflicto que estamos viviendo. El gasto social para acabar con la marginación, la pobreza y la ignorancia debe ser prioritario. En el contexto, quiere decir que independientemente del entorno internacional, de que las economías de los países ricos están estancadas, de que nuestra economía tampoco está creciendo como lo quisiéramos, el Gobierno debe seguir gastando en los pobres, más de lo que tenemos.

Gastar más de lo que se tiene o ajustar el gasto a los ingresos reales, no es de derecha o izquierda, es simplemente irresponsabilidad o sensatez.

La política económica de gastar más de lo que tenemos, nos ha llevado desde el mandato de Luis Echeverría a las crisis económicas recurrentes que hemos padecido. Eso no es social democracia ni izquierda: Se llama populismo y demagogia.

¿Qué nunca vamos a aprender?

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