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Big Mac

Patricio de la Fuente González-Karg

Hace algunos meses surgió tremenda polémica por la pretensión de instalar un Mc´ Donalds en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca. Un gran número de artistas, intelectuales y representantes de prácticamente todo el grupo social comenzaron a realizar manifestaciones en contra. El pintor Francisco Toledo, quizá el icono más visible en cuanto al espectro creativo oaxaqueño se refiere, encabezó la protesta y armó tremendo desgarriate. Hoy por hoy consiguió que el restaurante de comida rápida expandido por el globo como cáncer superdesarrollado no vea nacer la luz.

Estimo la lucha del maestro como una ferviente y loable muestra de lo que la sociedad civil es capaz de lograr durante momentos de crisis. Quizá en otras latitudes del territorio nacional el hecho de que aparezcan establecimientos de comida rápida es visto como un fenómeno normal dentro de la globalización y la erradicación de fronteras, sin embargo, hacerlo en Oaxaca viene a tocar puntos sensibles dado el bagaje histórico y cultural de dicha ciudad, la cual es ejemplo de la mexicanidad misma, de eso que nos conforma y proporciona identidad histórica.

La guerra de Toledo muestra el grado de daltonismo o polos opuestos dentro del psique humano. Por un lado saca a flote un conservadurismo válido al defender aquello que considera de innegable valor y posiciona casi a niveles de lo divino, por el otro, su pintura plagada de elementos fálicos que a Freud podrían darle material de sobra, se convierte en provocación constante para las conciencias puritanas que no admiten conferirle al arte ninguna expresión sexual. Es por lo anterior que a mi parecer Francisco Toledo sufre del síndrome del creador, o la eterna batalla entre vivir a oscuras o a plena luz del día.

No me encanta Mc’ Donalds. Confieso que en ocasiones a todos nos saca de un antojo o apuro. Poco valor le encuentro a comer en diez minutos y renunciar al placer implícito de una comida en varios tiempos rodeado de seres agradables y el ánimo bien dispuesto para la sobremesa, momento sutil donde el hombre convive a plenitud y hace del arte culinario un ritual que transciende las fronteras de lo mundano. A pesar de ello, también es de reconocerse la necesidad de centros popularmente conocidos como proveedores de “comida chatarra” pues en la cronología posmoderna el tiempo para los grandes placeres parece estarse agotando. Ah, y si mencionamos la cuestión dinero, se torna fundamental ampliar la oferta gastronómica a todos los bolsillos. Bueno, que comer en un mercado como el de Oaxaca siempre será un festín para los sentidos y el precio es infinitamente menor al de una Big Mac.

La intención principal de este columnista no es satanizar ni poner por los cielos aquello propio de los yanquis. Puede tener razón Toledo de la misma manera que los concesionarios del Mc’ Donalds. A ese meollo ya se ha referido la prensa durante varios meses y simplemente durante este instante para mí en lo particular las bondades o puntos flacos del debate carecen de importancia. El asunto va más lejos e implica la ética periodística o lo delicado que resulta hacer uso de ciertos términos en una esfera pública de tal magnitud como pudiese ser la prensa escrita.

Lo anterior viene a colación pues el pasado miércoles en su espacio del periódico “La Jornada”, Elena Poniatowska publicó un editorial refiriéndose al mismo asunto. Dado que ella participó fervientemente en la lucha junto a Toledo y para variar y no perder la costumbre aprovechó la oportunidad de volver a mostrarse como una izquierdista convencida –muy a pesar de sus raíces nobles- el texto es simple y sencillamente un conjunto de loas para Toledo y una sarta de insultos hacia todo lo referente al restaurante.

Utilizando un sarcasmo e ironía que la posicionan como una de las mejores entrevistadoras de México (muchos dudan que posea el mismo talento para producir literatura) la Poniatowska afirma que la carne de las hamburguesas es “de pura vaca loca, de puro perro callejero, de pura gata desvelada y rata de alcantarilla”. Mis amigos laguneros estarán de acuerdo que la calidad de la carne de Mc’ Donalds no es la ideal y está a años luz de asemejarse a un delicioso steak que tengo la oportunidad de paladear en mis incursiones a Torreón, sin embargo, los términos utilizados por la princesa polaca denotan que ahora sí le falló la ironía y termina posicionándose dentro de un umbral, que en determinado momento los ejecutivos de la cadena restaurantera podrían considerar como difamatorio y por ello estarían en su derecho de entablar millonaria demanda hacia la escritora.

El sarcasmo y el desdén siempre son divertidos e interesantes. Confieso que a diario me burlo de políticos y de mil fenómenos más, a pesar de ello es muy delicado aseverar con tal contundencia la calidad de un bien o servicio si antes no se tiene las pruebas, pues ello sencillamente contribuye a que surjan dudas e interpretaciones parciales sobre muchos fenómenos. El escritor tiene amplia venia para jugar con el concepto realidad a su antojo y reinventarlo las veces que sea necesario haciendo uso de la sátira y lo burlón, pero de ahí a aventarse al ruedo con juicios tajantes existe una delgada línea que nunca deberá ser traspasada: el compromiso con la verdad.

Si en Mc’ Donalds la carne proviene de ratas y a la larga su calidad es pésima estaremos esperando a que Doña Elena presente las pruebas necesarias y entonces el nivel de consumo disminuirá de forma drástica. Si por el otro lado la pretensión de Poniatowska fue mofarse, temo opinar que en esta ocasión le falló el tino o está padeciendo un severo ataque de megalomanía.

Correo electrónico: pato1919@hotmail.com

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