Por enésima vez, el gobierno federal ha anunciado un ?blindaje? agropecuario como medida para enfrentar la apertura total del sector, de acuerdo a lo estipulado en el Tratado de Libre Comercio con América del Norte. Lo ridículo del monto al que ascenderán los subsidios al campo mexicano es evidente; no siendo ridículo por el monto en sí, que para nosotros pudiera ser considerable, sino porque comparado con los subsidios que reciben los productores norteamericanos resulta a todas luces insuficiente; es armar con fusil a los productores mexicanos cuando los gringos nos apuntan con cañones.
Más no es sobre este punto sobre el que deseamos llamar la atención, sino sobre el hecho de que nuestra Ley de Comercio Exterior considera los subsidios como una práctica desleal de comercio, y la misma ley contempla y faculta para establecer medidas de salvaguarda a la producción nacional. Así las cosas, tenemos un tratado que contempla sólo la eliminación de aranceles, pero no habla en nada de las medidas proteccionistas no arancelarias. Ejemplos de ello ya hay muchos: el autotransporte, el aguacate, la fresa, el atún, etcétera, en el que los norteamericanos han esgrimido argumentos varios que les permitan pasarse por el arco del triunfo la apertura comercial y nuestros gobernantes, temerosos como siempre de enojar al león del que nos convirtieron en cola, se dedican a presentar su ?controversia? en el marco del mismo tratado o en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Decíamos, la misma ley de comercio exterior establece que dichas prácticas deben ser consideradas como desleales y el gobierno debería actuar en consecuencia. Muy mañosamente, como en todo lo que hace el presente gobierno, se maneja un doble discurso. Por ejemplo, para los productores privados de actividades como la producción de carne o en la actividad avícola, sí se ha mencionado que el gobierno ya estudia la aplicación de las medidas de salvaguarda necesarias para protegerlos, así lo han pedido al gobierno los propios ganaderos e industriales avícolas. Sin embargo, por otro lado, el señor Usabiaga declara impunemente que los campesinos que no se vuelvan eficientes y competitivos (los que no logren destruir un cañón con una bala de fusil) desaparecerán, pues de lo que se trata ?es de terminar con la economía campesina peticionaria?.
El cinismo y las verdaderas intenciones del gobierno están a la vista y no requieren mayor explicación.
Miremos más de cerca. Si la Ley en México considera los subsidios como una práctica desleal de comercio, ¿por qué el ejecutivo federal responde a ellos, aplicando precisamente, a su vez, subsidios a los productos mexicanos?. O sea que se trata ahora de que el libre comercio es un juego en el que viole mejor las reglas, o el que tenga más dinero para violarlas, es el que se apropia de los mayores beneficios. ¿No se demuestra una vez más que la libertad de comercio es exigida e impuesta siempre por los más poderosos, porque saben perfectamente que la victoria final es para ellos?. Las naciones ricas claman por la libertad de comercio, pero imponen severas medidas proteccionistas y juegan sucio, se sataniza al proteccionismo ya que, según dicen, perjudica a los consumidores y no permite la elevación del nivel de vida de la población, al contar con una mayor disponibilidad de bienes y a menor precio. ¿Pero de dónde saldrá el dinero para cubrir esos subsidios?, ¿no saldrá del bolsillo de los contribuyentes?, ¿no nos quieren cobrar impuestos hasta por comer y cuidar nuestra salud para que los dineros alcancen?, ¿no seremos acaso los consumidores quienes al final de cuentas pagaremos esa diferencia?; y por el otro lado, de que sirve tener una mayor disponibilidad de bienes y servicios cuando a su vez, la mayoría de los mexicanos están en una situación de pobreza tal que tienen que conformarse con ver las cosas en los aparadores, sin poderlas comprar. Y aquellos que puedan adquirirlas, ¿acaso no deben hipotecar una parte importante de su vida para poder pagarlos?. La duración de las jornadas de trabajo, así como su intensidad, han subido en proporción directa a esa mayor disponibilidad de bienes, mientras el salario, supuestamente remunerador, lo ha hecho en forma inversa. La moneda está en el aire. Dependerá de la organización y movilización de los campesinos el retardar, o incluso revertir, este proceso. Está en manos de todos nosotros, como consumidores, el velar por que en verdad seamos nosotros los mayores beneficiados y no nos reviertan las cosas con una reforma fiscal que nos quite, por la vía de mayores impuestos, lo que supuestamente obtenemos como beneficio en el mercado. Estemos atentos en los próximos meses para poder dar un voto razonado y firme en las próximas y cruciales elecciones del 2003.
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