Termina el año 2002 y quizás sea un buen momento para realizar un balance parcial del gobierno de la República. Hace prácticamente dos años, inició el gobierno llamado ?del cambio? y a estas fechas, existe una clara división en la opinión de los mexicanos sobre su desempeño. En efecto, como argumentan los panistas, según las últimas encuestas de opinión el presidente Fox continúa con una aprobación superior al 50 por ciento. Y debemos decir, que gracias a dios es así, imagínense ustedes si a los problemas económicos y políticos ya existentes le sumáramos un descrédito total del jefe del poder ejecutivo. El pueblo de México es lo suficientemente sensato para no dejar que ello ocurra y, además, debemos tomar en cuenta que la gran mayoría de los mexicanos se dejan llevar por el carisma personal, por el afecto a la institución presidencial, así como por las campañas publicitarias que ensalzan lo bien hecho pero ocultan, claro esta, las fallas y los problemas.
En estos dos años de nuevo gobierno, ha cambiado lo que era imposible que no cambiara. Nos referimos, por ejemplo, al estilo personal de gobernar; al reacomodo de fuerzas en los partidos de oposición después de los resultados electorales del 2000, principalmente en el PRI, y al juego ?democrático? que hemos presenciado entre el Congreso y la Presidencia.
Sin embargo, llegado el momento de preguntarse si las bases estructurales de nuestro sistema económico, y la estructura social y política que sobre ella se eleva, han cambiado o continúan igual. El espacio con el que contamos no da para profundizar en cada uno de los siguientes aspectos, así que confiamos en la inteligencia del lector para que obtenga sus propias conclusiones.
En primer lugar, uno de las características de nuestros gobiernos ha sido siempre el déficit fiscal. Esto significa que el gobierno gasta siempre más de lo que obtiene, esto provoca que tenga que recurrir a los mercados financieros y emitir títulos de deuda pública, con lo que utiliza recursos que deberían estar disponibles para las empresas y que determinarían menores costos financieros para las mismas. Pues bien, hemos leído en días pasados una nota aparecida en estas mismas páginas en la que se nos informa que la deuda pública del gobierno federal se acerca a los 900 mil millones de pesos, y casi el 13% de la misma ha corrido a cargo del presente gobierno en tan solo dos años. Mientras el gobierno, del signo que fuera, no implemente una política de superávit fiscal que le permita liquidar paulatinamente gran parte de esta deuda interna, seguiremos atados con una bomba de tiempo al cuello. El gobierno del cambio aquí, no ha cambiado nada.
Este problema estructural se suma a la escasez de ahorro interno, la cual nos hace depender siempre de la inversión extranjera que, en principio debería ser sólo complementaria, pero que se ha vuelto esencial. En este sentido, los dos últimos gobiernos establecieron un ahorro forzoso para todas las empresas a través del Sistema de Ahorro para el retiro, y permitieron que esos fondos fueran utilizados para financiar al gobierno y las grandes corporaciones privadas a través de las Administradoras de Fondos para el Retiro, además hay que reconocer que el gobierno del señor Zedillo siguió expresamente una política de fomento al ahorro interno a través del pago de interés reales a los ahorradores e inversionistas nacionales. A dos años del nuevo gobierno, no sólo no se ha hecho nada por gravar a las inversiones extranjeras, que siguen resultando intocables, sino que se ha considerado que los mexicanos, en caso de obtener un interés real por nuestro dinero, debemos de pagar y si bien, dicho impuesto ha quedado en 0.5 por ciento la pretensión de la presidencia era que se gravaran con el 1 por ciento, además de que ahora, deberán acumularse estos intereses y se tendrá la obligación de presentar declaración anual, cuando se suponía que la retención de dichos intereses se consideraba un pago definitivo. ¿El gravar los intereses reales de los ahorradores puede considerarse una política de fomento al ahorro interno, cuando ya de por sí, los intereses que se pagan son mínimos?
En tercer lugar, tenemos la dependencia tecnológica, la cual nos obliga a mantener siempre ligado a nuestro crecimiento económico, un crecimiento proporcional de las importaciones de máquinas, herramientas, partes, insumos, etc., provocando a su vez que necesitemos de grandes flujos de inversión extranjera para conseguir los dólares que se necesitan para financiar estas importaciones y para pagar los intereses y los vencimientos de la deuda externa. No sabemos si alguno de ustedes encuentre una política de promoción tecnológica dentro del baúl de chucherías del gobierno del cambio, porque nosotros no.
Finalmente, un grave problema desde los últimos gobiernos neoliberales era el de la gran dependencia agroalimentaria, fruto de la aplicación de unas aparentes ventajas comparativas de nuestra agricultura. La reconversión del campo mexicano y la enorme dependencia de las importaciones de granos básicos y oleaginosas no necesitan mayor explicación, son hechos incontrastables que nadie, en su sano juicio, se atrevería a negar (aunque sí a justificar). ¿Cuál es la respuesta del gobierno actual a este problema?. Este aspecto ha cobrado enorme interés en las últimas semanas, y cobrará un mayor interés el próximo año.
Puestas así las cosas, ¿Creen ustedes que el gobierno del cambio ha hecho algo por revertir estos agudos problemas económicos de la nación?.
Aprovechamos para desear a todos nuestros lectores que el próximo año sea mejor y que al menos, no falte la salud y la alegría en todos sus hogares.
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