“La pasión por la destrucción es alegría creadora”. Mijaíl Bakunin.
Uno pensaría que la sociedad aplaudiría una inversión que recuperase un terreno abandonado y contaminado, que restaurara obras artísticas y que creara un espacio de encuentro comunitario, que mejorase de manera radical la ecología y que promoviese una mayor actividad económica para beneficio de todos.
Pero el grado de radicalismo al que han llegado los talibanes políticos de nuestro país es tan grande que en las últimas semanas hemos visto un movimiento cuyo propósito es precisamente detener una inversión con todas estas ventajas.
Debo suponer que la mayoría de la gente que se ha unido al movimiento que busca impedir la construcción de un centro Costco-Comercial Mexicana en Cuernavaca, Morelos, no conoce en realidad el proyecto... porque es difícil pensar que alguien que lo conozca realmente puede oponerse a él. Los líderes del movimiento, sin embargo, sí están conscientes de las virtudes del proyecto, pero se oponen a él de todas manera sin más propósito que destruir inversión y posibilidades de empleo para los más pobres.
Los talibanes que hoy protestan por la “destrucción” de los murales del Casino de la Selva —unas obras que no tienen en realidad escaso valor artístico, como lo ha señalado un estudio del Instituto Nacional de Bellas Artes— no protestaron cuando el antiguo hotel estuvo en decadencia durante décadas y el personal de mantenimiento repintaba los murales cada vez más descarapelados. Tampoco hubo protestas durante los 17 años en que las instalaciones permanecieron cerradas y abandonadas a su suerte, convertidos los techos en nidos de murciélagos que retocaban con su excremento los murales. Las protestas sólo se iniciaron cuando hubo una empresa dispuesta a invertir y darle nueva vida al predio.
Pero a pesar de que los murales no tienen verdadero valor artístico, Costco ha decidido restaurarlos con ayuda del INBA para apaciguar las críticas. Busca también recuperar la “parábola” de Félix Candela -obra arquitectónica que en realidad fue ejecutada por su discípulo Julián Tonda- para la creación de un centro cultural con galería y ágora que estará a disposición del municipio y del estado para la realización de actos culturales. El 35 por ciento del proyecto, de hecho, quedará reservado para uso comunitario.
Desde el punto de vista ecológico el proyecto es impecable. Es verdad que se ha otorgado a Costco el permiso de derribar 87 de los 350 árboles del predio, y quizá se tiren en total 67 de esos árboles; pero el proyecto final contempla que, con las nuevas siembras, el predio final contará con 680 árboles. Y eso no considera la donación por Costco al estado de 30,000 árboles de flora nativa para su siembra en otros lugares.
El proyecto del centro comercial incluye, en los 96,000 metros cuadrados del predio, dos tiendas comerciales con un total de 28,000 metros cuadrados de construcción. Lo curioso del caso es que la parte ocupada del Casino de la Selva es de 64,000 metros cuadrados, por lo que se reducirán los metros de construcción. Los estacionamientos, por otra parte, están proyectados con materiales porosos que, ayudados por 25 pozos de absorción, permitirán la inyección de agua pluvial al subsuelo en lugar encauzarla al sistema municipal de drenaje. Habrá además una planta de tratamiento de aguas residuales para alimentar el riego. El proyecto ofrece además 8,000 metros cuadrados de vialidades de uso público que ayudarán a resolver el perenne congestionamiento del llamado crucero de la Selva, con lo que se reducirá la contaminación del aire de Cuernavaca.
El nuevo centro comercial generará 800 empleos directos y cerca de 2,000 indirectos. Costco se convertirá además en un centro de distribución para el pequeño comercio de la región, que ahora debe abastecerse en la Central de Abastos de la ciudad de México. Los consumidores de Cuernavaca y de una parte importante de Morelos se beneficiarán de los menores costos.
Las virtudes del proyecto son tantas que vale la pena cuestionar las razones reales del movimiento en su contra. Y la verdad es que la única razón es destruir cualquier inversión. Quizá la apuesta es seguir hundiendo a la gente en la pobreza, para provocar una desesperación social que genere la revolución violenta en la que los radicales tanto han soñado.
El basurero
Ixcacel-Ixcacelito, el proyecto ecológico turístico del Grupo Meliá en la rivera Maya detenido por un movimiento político similar al del Casino de la Selva, está hoy convertido en un enorme basurero. Claro: nadie se ocupa ya de cuidar el predio. Eso es lo que pretenden también los radicales de Morelos: deteriorar todavía más la ecología de un predio del que no se ocuparon en cuatro décadas de abandono.