SUN-AEE
México, D.F.-Ella casi afónica, el con la voz grave y desafinada. Los dos sonrientes, animados, cantaron: "entren santos peeeregrinooos". Luego, Marta Sahagún y Vicente Fox abrieron la pesada puerta de hierro y de inmediato se vieron rodeados por decenas de chiquillas y chiquillos.
"¡Fox, Fox!" le gritaban los pequeños invitados. "Vénganse, va a estar padre la posada!", respondía el Presidente de la República y continuaba la marcha por la calzada, entre las estatuas de sus antecesores.
- Oye Marta ¿y cómo se porta el Fox?- preguntaba una niña.
- Bien, se porta muy, muy bien.
- No, me porto regulis... regulis! Saco siete de calificación pero voy a buscar llegarle al ocho -intervenía el jefe del Ejecutivo-.
"Pero mira cómo beben los peces en el río... ", cantaba la estudiantina y les seguían los convidados y los anfitriones.
Posada en Los Pinos. Casi un millar de niños habían cursado el umbral después de que se abrieron las rejas que separan a la residencia oficial del bosque. Niños que viven en asilos, o que viajaron desde Chiapas y Oaxaca, pequeños con discapacidad, otros sin pelo, con las huellas de las quimioterapias.
Adentro, en el salón Manuel Ávila Camacho habían esperado los que una colaboradora de Marta Sahagún definió como "niños vip", hijos, sobrinos, nietos de integrantes del equipo presidencial o de los invitados especiales. También ahí con ellos, Yolanda Montes, la siempre bella Tongolele, Marco Antonio Muñiz, Alejandra Ávalos, Edith González, José Luis Soberanes, Reyes Tamez, entre otros.
Unos y otros dispuestos a la fiesta.
Y cuando cayó la noche, Vicente Fox y Marta Sahagún se dirigían a la reja, escuchaban: "En el nombre del cieelooo...". Con sus velitas, sonrientes, responderían: "aquí no es mesooon...".
Y por fin pedían a los peregrinos que entraran, agregaban que aunque es pobre la morada se las daban de corazón.
Y ahí iban, por la calzada, por las estatuas. Varias manos infantiles jaloneaban el saco presidencial. "¡Fox Fox!" le llamaban. Él de buen humor, entre ellos, relajado, como en los días de la campaña.
Luego, la representación de la pastorela. El foro en la escalinata de la que fuera residencia de presidentes.
"pastorcillos y pastorcillas" diría el ángel Miguel en evidente imitación de quien se carcajeaba sin reserva. Aplausos de todos cuando el demonio reconocía su derrota: "venciste Miguel venciste, guarda tu brillante espada...".
Antes de pasar a la hondonada, el Presidente y su esposa subían al escenario. "Primero unas palabras de la señora Marta", anunciaba Vicente Fox.
"Gracias por estar aquí, gracias por darnos su alegría", expresaría ella.
"Gracias por estar en su casa que es Los Pinos. Nos da gusto tenerlos aquí. Ha sido un año difícil para todos, con varios problemas pero todos debemos dar gracias a Dios por lo que hemos vivido este año. Aquí cuentan con un amigo, con su servidor.
Seguiremos trabajando por cada chiquillo y cada chiquilla. Vamos a recargar las baterías y a echarle ganas en el próximo año, cuentan con un amigo y... "¡vamos a darle a la piñata!", dijo él.
Y la multitud iba a la hondonada. Ya estaba ahí, se había adelantado Reyes Tamez. El Secretario de Educación Pública fue directo a uno de los puestos de comida y acabó pronto con dos tamales.
"Dale, dale, dale no pierdas el tino" era el canto. Vicente Fox silbaba. Iba al frente y le seguían los niños. Tomaba un garrote, golpeaba la piñata varias veces. Cargaba luego a un pequeñín invidente, le ayudaba a pegarle a la olla y los cucuruchos que formaban una estrella. Después era Marta Sahagún la que intentaba golpear fuerte para que cayera la fruta, lo lograba. Y otra vez ella y él entre quienes se tiraban al pasto para ganar las mejores naranjas, y las cañas, los tejocotes y las mandarinas.
Y otra vez el silbido como de carretonero. Vicente Fox casi corría hacia otra piñata. Se divertía. Parecía otro, el de aquellos días, los de la exitosa campaña