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Ciudadanía light

Cecilia Lavalle

Con frecuencia escuchamos que la democracia mexicana es muy cara. Y sí. La sola inversión en credenciales de elector con fotografía ha sido millonaria. Ni manera . Décadas de fraudes electorales nos fueron llevando a poner en práctica una serie de medidas para hacer más transparente el proceso. Y es justamente la desconfianza es la que hace que nuestra democracia sea tan cara. La desconfianza es la que motiva a poner la foto en la credencial para votar. La desconfianza es la que obliga a utilizar tinta indeleble después de votar. La desconfianza es la que obliga a utilizar recursos públicos para financiar las campañas políticas de los partidos. La burra no era arisca, diría mi abuelita. Lo entiendo. Pero me parece que hemos llegado a un punto en el que tenemos que hacer un alto y revisar con lupa las medidas tomadas.

Porque por ver los árboles estamos perdiendo de vista el bosque.

El personal del IFE ha hecho un extraordinario trabajo para darnos certidumbre y confianza en las elecciones. Y cueste lo que cueste hay que pagar por la continuidad de estas certezas. Mi “pero” radica en la asignación de tanto dinero a los partidos políticos. Lo señalaba en mi comentario de la semana pasada. De los 11 mil 816 millones de pesos que contempla el proyecto de presupuesto que enviará el IFE a la Cámara de Diputados, 5 mil 650 millones se destinarán al financiamiento público de los partidos políticos. ¡Es mucho dinero! (según Pablo Gómez representante del PRD en el IFE, es más de la tercera parte de lo que gasta la UNAM). Y me parece mucho no sólo porque buena parte de él se tirará –literalmente- a la basura (pancartas, volantes, carteles...), sino porque no creo que más dinero a los partidos, o más dinero porque hay más partidos represente el fortalecimiento de nuestra democracia. Ese es el bosque que hay que cuidar.

Coincido con los analistas que señalan que no hay democracia sólida sin demócratas. Esto que parece una obviedad no se está aquilatando lo suficiente. Y es que de acuerdo con los resultados de encuestas oficiales, en México impera lo que Guillermo O’Ddonel calificó como “ciudadanos de baja intensidad”. (Bajo este título la revista Nexos -No. 298, octubre- publica una serie de espléndidos ensayos que reflexionan al respecto. De ahí tomé algunos datos). Esta ciudadanía light (digo, para no fusilarme la frase de don Guillermo), tiene varias características: Exige que se cumpla la ley pero no cree en ella ni en su obligación de cumplirla. Elige libremente a sus autoridades, pero no las respalda. Espera que el gobierno le dé todo, pero no quiere pagar impuestos. Hay muchas cosas con las que está en desacuerdo, pero no tiene el hábito de asociarse para perseguir causas comunes. Y los asuntos públicos le interesan más bien poco. Unos botones de muestra: La Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas (Poder Ejecutivo Federal 2002) arroja que el 91% confiesa no haberse involucrado para ayudar a resolver algún problema social y el 95% no pertenece a ninguna organización civil. Cuando se les preguntó qué piensan de la palabra política, el 53% dijo “no sé”. El 78% dijo que nunca lee noticias relacionadas con política. Y por si fuera poco, el 71% piensa que el pueblo no debe obedecer las leyes cuando las considere injustas(¡!). Eso sí, el 62% dice que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Y yo no entiendo ¿puede haber democracia sin respeto al Estado de Derecho?, ¿puede haber democracia sin participación ciudadana?, ¿puede haber democracia sólida sin demócratas?

Especialistas en el tema afirman que la columna vertebral de un régimen democrático es una ciudadanía activa, que la esencia ciudadana implica ciertos valores y hábitos cívicos en el interés por participar y que sin una ciudadanía fuerte no es posible el desarrollo y la consolidación de la democracia. EL IFE lo tiene presente, ha invertido en encuestas para medir la cultura democrática que impera en nuestro país. De hecho ha impulsado un programa de educación cívica. ¿qué pasa entonces? ¿por qué no es posible destinar mayores recursos a fortalecer la ciudadanía activa en lugar de dárselos a los partidos?

Creo que llegó el momento de replantear las prioridades. Si la ley señala este crecimiento de presupuesto en función de los partidos participantes, discutamos reformas en la ley. Porque está claro que la mayoría de las y los ciudadanos mexicanos ejercemos una ciudadanía pasiva. Somos muy democráticos a la hora de criticar al gobierno y de exigir, medianamente democráticos a la hora de votar y muy light a la hora de participar. Además si revisamos las encuestas, vemos que el nivel de confianza que tienen los partidos políticos es reprobatorio (Encuesta IFE-UNAM 1999) y el 68% de los encuestados afirma que no simpatiza con ningún partido (Encuesta Gobierno Federal 2003), porque como bien señala Carlos Fazio “La democracia no es sólo un mercado político competitivo”, (La Jornada, julio 10 de 2000). Si coincidimos en esto, yo digo que algunas cuentas nos están saliendo mal.

Apreciaría sus comentarios:cecilialavalle@hotmail.com

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