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Colima/Plaza Pública

Miguel Angel Granados Chapa

El gobernador de Colima Fernando Moreno Peña será probablemente un anfitrión poco atento a lo que hagan y digan sus colegas (la Conago más una representación panista) a los que recibirá pasado mañana en Manzanillo. Su mente y acaso su tiempo estarán concentrados en el litigio interno de su partido, pues los cuatro precandidatos perdedores lo acusan de haber favorecido al ex alcalde de Tecomán, Gustavo Vázquez Montes, para ganar la candidatura priista al gobierno estatal.

Estaba prevista para ayer jueves una reunión de los agraviados con el presidente nacional del PRI, Roberto Madrazo, de quien demandarán la anulación de los comicios del domingo pasado. Si no se lava la elección, anunciaron con distintos grados de contundencia, se irán de su partido. La más ofendida de todos ha de ser, seguramente, Socorro Díaz Palacios. Ya una vez su partido (o directamente el presidente Carlos Salinas, para decirlo verazmente) la timó de forma parecida. Y, en paradoja, siendo la figura con mayor proyección nacional y carrera pública más completa, quedó a la zaga en la contienda del primero de diciembre: en último lugar obtuvo diez mil votos de un total de 98 mil. Más o menos el mismo número se le reconoció hace once años, pero entonces su proporción fue mayor pues votaron sólo 28 mil priistas.

En marzo de 1991, cuando era diputada federal, creyó que la consulta a que convocó el PRI apelaría realmente a la voluntad de los militantes, pero se vio de pronto atrapada en una simulación, de que emergió candidato Carlos de la Madrid Virgen, gobernador de 1991 a 1997. Hoy se le asesta un nuevo agravio, empeorado por la presunta evidencia de su escasa popularidad, que contradice su esfuerzo de los últimos meses, en que buscó diligentemente la postulación, tal como desde fines de 1990 había hecho en la oportunidad anterior. Como periodista, Socorro Díaz recorrió peldaño a peldaño la estructura profesional del periódico El Día, hasta ocupar la dirección general. Luego pasó por completo a la política y la administración: además de senadora, fue la primera mujer que presidió la Gran Comisión de la Cámara de Diputados. Fue también secretaria general del PRI, subsecretaria en Gobernación, y directora del ISSSTE y de Liconsa. Hace once años, su periódico lanzó vitriólicos ataques al caciquismo local y al PRI mismo, entonces encabezado por Luis Donaldo Colosio. La propia legisladora, que había presidido la tensa ceremonia en que Salinas asumió el poder, el 1o. de diciembre de 1988, y que por eso consideraba obligado con ella al Presidente, no ahorró reproches a su partido, pues aunque no los enumeró, denunció “los abusos de poder, las irregularidades observadas durante el proceso”. El enviado de El Día fue en cambio prolijo en el listado de trampas: “rechazo de los representantes de la precandidata..., manipulación del voto por cuenta de los funcionarios de las mesas receptoras”. Denunció también la intimidación en que, por un lado, “participaron dirigentes priistas, funcionarios de los gobiernos estatal y municipales, líderes sectoriales”, y por otro lado “diputados locales, alcaldes...policías y empleados de las delegaciones federales adscritas a Colima”. Entre estos últimos citó expresamente a los de la Reforma Agraria, José Rolón y Sergio Díaz, que “manipularon a los comisarios ejidales para que a su vez manipularan a los ejidatarios a la hora de votar”.

En aquel entonces, tras reconocer que en Colima se le había “cerrado el camino”, la diputada Díaz se ufanó de que su tierra natal no era su única alternativa: “tengo muy amplios caminos y en verdad horizontes extensos y diversos en el ámbito de la República”. Así fue. Pero con la derrota priista en la contienda presidencial los suyos, como los horizontes de muchos de sus correligionarios, se estrecharon, por lo que volvió de nuevo los ojos a Colima. Ahora decidirá si permanece en un partido que así la ha tratado o busca nuevas veredas para transitar.

Agravio semejante al de Socorro Díaz, y quizá más abultado, ha de padecer Humberto Silva Ochoa. Si es verdad como asegura que Moreno Peña maniobró en favor de Vázquez Montes, ello significa la ruptura del Grupo Universidad por una deslealtad y aun traición del gobernante a su mentor. Silva Ochoa era —¿es todavía?— secretario de Gobierno, el cargo número dos en la jerarquía local. Dieciséis años mayor que Moreno Peña, se había dejado aventajar por el ahora gobernador, a quien antecedió en la rectoría de la Universidad local, que es la base del poder de ambos. Silva Ochoa llegó a encabezarla después de una paciente trayectoria desde abajo, mientras que Moreno Peña, dirigente de la federación estudiantil, arribó muy rápidamente a la diputación federal y a la rectoría, desde donde se alzó hasta la gubernatura.

También se hallan inconformes Rogelio Rueda Sánchez, el alcalde de Manzanillo, que alcanzó veinte mil votos y con ellos el segundo lugar en la elección. Y el diputado Jesús Orozco Alfaro, presidente de la Comisión de Comunicaciones y Transportes en San Lázaro, que emprendió una intensa precampaña basada en amplia medida en sus relaciones capitalinas, surgidas de su trabajo en la confección de un proyecto de ley de telecomunicaciones. No siempre el éxodo de priistas descontentos hacia otros partidos conlleva la derrota del PRI. Pero aunque triunfe en julio próximo, el cisma que padecerá (y puede tener varias derivaciones), modificará el cuadro de relaciones políticas y la fuerza de los partidos en Colima.

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