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Congruencia, no falacias

Roberto Orozco Melo

Sólo una criatura de 8 meses podría creer que Ernesto Zedillo haya perdido el sueño por su expulsión del PRI. Nada provoca el menor insomnio a los tecnócratas transterrados ex presidentes de México como Zedillo y Salinas, que no sea el descenso del valor de sus inversiones bursátiles o que el presidente municipal del paradisíaco Cancún intente cobrarles el impuesto predial por sus villas de descanso.

Ellos “ya la hicieron” y ahora viven, cuales judíos errantes y pudientes, en cualquier país del globo. Ambos gozan de una generosa pensión, premio a sus neoliberales comportamientos, pero además, Salinas dispone de algunos “ahorritos” y recibe utilidades de su patrimonio accionario; mientras que el otro, Zedillo, acude a la caridad de sus ex protegidos y está “sub empleado” en cuatro opulentas empresas trasnacionales...

Si nosotros, maliciosos como somos, no supiéramos que quienes firmaron la petición de someter a Ernesto Zedillo a la Comisión de Honor y Justicia del PRI son acreedores de éste por viejos desaires, reiterado desempleo, desestimaciones y escamoteo de oportunidades políticas, podríamos creer en la sinceridad de sus acciones; pero ni nos hemos caído de la cama ni nos chupamos el dedo. La maniobra ­­no podemos calificarla de otro modo­­ sólo tiene por fin revolver las aguas para pescar alguna curul en las próximas elecciones federales.

¿Honor y justicia en el PRI? ¡Qué horror! ¿Y qué ha hecho la susodicha comisión que se encarga de estos peliagudos temas al interior del PRI? ¿Hay acaso algún expulsado de su paraíso? ¿Qué ha sucedido, dónde están, aquellas tan publicitadas demandas de juicio interno que fueron presentadas contra Carlos Salinas de Gortari para lograr su desconocimiento como militante y darle una consecuente patada en el trasero, en virtual defenestración desde el último piso del edificio de Insurgentes Norte?

“Palabras, palabras, palabras”. La verborrea sin fundamento ha sido el pecado original de esta pobre nación nuestra que crucificamos sexenio tras sexenio. Desde tiempo inmemorial hemos sido irrespetuosos con las normas morales de comportamiento y por lo tanto con los códigos penales y civiles. No son culpas del PRI: la insolvencia ética procede de más lejos en la historia y no está registrada en sus páginas porque, eso sí, somos muy institucionales en el tratamiento de nuestros mitos e iconos. Primero muertos que decir mal de quienes, sin embargo, han actuado peor.

Hoy el PRI no goza más del poder presidencial. La estabilidad entre los poderes del país se rompió, de facto, con el triunfo de Acción Nacional en las elecciones de julio del año 2000. A lo largo de la existencia de la República —­­sí, desde que optamos por el sistema republicano, representativo y federal, incluida obviamente la presidencia de Benito Juárez­­ el equilibrio entre poderes quedó nulificado bajo la fuerza omnipotente de “la presidencia imperial” como diría Enrique Krauze. ¿Qué sabíamos los mexicanos de un Congreso de la Unión independiente y, por lo tanto, libre para expresar en la tribuna parlamentaria las opiniones de los diputados y senadores sobre los ingentes problemas de la nación? Lo que escuchábamos era el eco de Shakespeare: “palabras, palabras, palabras” que expresaban elogios, solidaridad extralógica, vanagloria sin fin en torno al Jefe del Poder Ejecutivo.

¿Dónde se elaboraban las leyes? En la Presidencia de la República. ¿Dónde se estudiaban, armaban y transaban los documentos presupuestales del Gobierno Federal? En la Presidencia de la República y sólo ante los organismos empresariales. ¿Dónde se afinaba la tristemente famosa “Miscelánea fiscal” cuya aprobación en las Cámaras y promulgación por el Ejecutivo se reservaba hasta Enero de cada año como instrumento para tapar los parches del Presupuesto de Ingresos? En Los Pinos, residencia oficial del llamado primer mandatario.

Hoy en día, a nadie sorprende las diferencias de opinión entre diputados y senadores con el Presidente de la República. El Secretario de Hacienda y sus canchanchanes tienen que descender a dialogar con panistas, priistas, perredistas y demás istas que cobran en las nóminas del Congreso de la Unión. Los gobernadores, ayer tan disciplinados, no sólo disienten del presidente Fox; igual lo censuran y conforman un bloque opositor a sus proyectos, así fiscales como estructurales. Vivimos nuevas e inéditas prácticas políticas y qué bueno; pero sería mejor que los legisladores y el Presidente de la República se dedicaran a buscar soluciones correctas, expeditas y prácticas a los problemas del país, así se llamen presupuesto, cambios estructurales o reformas a la Constituciones.

¿A quién beneficiaría la expulsión de Zedillo de las filas del PRI? A nadie, salvo a quienes deseen su propia elevación a cargos de importancia. Zediillo no era miembro consciente ni devoto del PRI antes de ser presidente. Lo fue porque el destino lo puso en ese camino y con ese carácter lo único que hizo fue ponerse a las órdenes del neoliberalismo global para entregar al país. Zedillo estuvo en una página a la que dio vuelta la historia, pero hay muchas por delante. Pongámonos las pilas y no caigamos en la trampa de lo intrascendente. Hagamos un país como lo demandan los millones de mexicanos que hoy vivimos entrampados entre las falacias y la demagogia. Pensemos en los millones de mexicanos que viven en la miseria. Seamos congruentes con la realidad.

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