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CONTRALUZ / AMOR EN TIEMPOS DE SEXO

Dra. María del Carmen Maqueo Garza

Nuestra mente vive en los tiempos actuales un proceso difícil de asimilación, sujeto a un sinfín de elementos externos que nos han rebasado por mucho.

Hace algunos días se cruzó frente a mis pupilas un video clip que sintonizaron mis dos hijos preadolescentes. La música ya la había escuchado en la radio, pero desconocía el nombre de la cantante. Pregunté a los chicos; ambos me miraron como bicho raro: ¡Ay mamá, es Cristina Aguilera! De primera intención me resultó incongruente que la imagen que tenía frente a mí correspondiera a una artista tan renombrada.

Siguiendo la tonada, la mujer hacía contorsiones altamente eróticas, insinuando sobarse cuanto sitio anatómico imaginable exista. De momento me hizo recordar aquellas desnudistas de los bares de Las Vegas que hacen lo mismo, con la única diferencia de que los espectadores les van colocando billetes en la escasa ropa que portan.

Algo me quedó claro; no hay ninguna necesidad de cantar bien o no hacerlo, si el espectáculo es erótico y visual. Con un buen cuerpo y un arreglo musical, lo demás sale sobrando, pues para retorcerse de aquella manera no se necesitan muchas clases de expresión corporal, es simplemente seguir la propia naturaleza y ya.

Entre un video clip y el siguiente aparece un comercial de preservativos anunciando su “nuevo sabor fruta tropical”. Por supuesto que la palabra “preservativo” no se toca para nada en el comercial, ni existe una escena de sexo. Cuando me pregunta mi hijo Amaury con sus once años que qué es ese producto, contesté con mucha naturalidad: “Es un método de planificación familiar”. Satisfecha con mi respuesta, un minuto después me vi en aprietos. “Bueno, mami, ¿y por qué hay de varios sabores?”.

Claro que ya he hablado con ellos sobre las relaciones sexuales y los cuidados que deben tener en todo momento desde ahora y a futuro. Pero, ¿se justificaba ser a tal grado explícita con un niño de once años?, ¿no sería robarle encanto a lo que quiero como madre que asuma respecto a la relación sexual como la culminación de todo un proceso de conocimiento mutuo entre dos personas que ante todo se aman?... No sé si fue mi pausa mientras las sinapsis neuronales iban a toda velocidad para diseñar una respuesta que fuera verdadera pero asimilable por él, o la Providencia Divina, hizo que la pregunta quedara en el aire. Pero no dudo que cuando coincidamos frente a la pantalla y ante el mismo comercial, resurja, y ya deberé tener una respuesta lógica y mágica a mi hijo quien apenas empieza a descubrir su propia sexualidad con la lente romántica y soñadora de la preadolescencia.

Algo está muy claro en el ambiente: Estamos inmersos en un erotismo desmedido, burdo, que no se justifica y todo infiltra. Una sensualidad que lleva el mensaje subliminal de: “Conocerse es acostarse”, dejando muy de lado lo que significan palabras como amor, compromiso, lealtad o sacrificio. El ambiente insinúa que ésas son “ondas de rucos”, y ello explica que a la salida de las secundarias nos encontremos chiquillos de trece o catorce en pleno goce erótico a media calle, sin un asomo de discreción.

¡Ah!, y luego nos alarmamos porque la niña de catorce está embarazada. Y nos llama la atención encontrar que el jovencito que dice navegar en la red para hacer tareas ha recorrido cuanto portal pornográfico existe. Y nos sorprende que los noviazgos incluyan “acostón” después de la segunda cita, y que los matrimonios duren algunos meses solamente, y que se acaben a la primera diferencia entre los esposos...

Es imposible sustraer al chico de todos los elementos que forman parte del mundo que le toca vivir. Pero a nosotros como padres nos corresponde estar atentos, solícitos. Prestos al diálogo, ajenos a cegarnos pensando aquello de “mi niño no hace esas cosas”, o queriendo atribuir cualquier conducta poco deseable a “las malas compañías”.

Cristina Aguilera no va a irse de monja, ni los productores van a dejar de trabajar en aquello que les deja grandes dividendos. El logro de una sexualidad sana, plena e integradora sale del hogar; parte de la tarea de transmitir a los hijos que el sexo no es usar al otro para mi propia satisfacción física y luego botarlo. Todo lo contrario, es unirme plenamente a quien amo para entre ambos construir un espacio único a donde compartir absolutamente todo lo que somos, lo que tenemos y lo que soñamos. Donde las palabras “fidelidad” y “compromiso” sean dulces retos que se asumen por convicción; precioso regalo que se da por amor el uno al otro.

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