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¿Cuánto es lo menos?

Cecilia Lavalle

Sí, ya sé que en nuestro México lindo y querido muchas cosas nos salen muy caras. Sí también sé que hay conquistas cuya defensa pasa necesariamente por muchos pesos y centavos. Sí, igual sé que no ha sido un año fácil, que prácticamente no hemos crecido y en fin, que todo sube. Todo eso sé. Lo que no sé es que si tanto dinero destinado a ese fin sirva realmente para algo que represente el bien común. Y la verdad es que dudo muchos que contribuya a fortalecer en verdad una conquista que nos cuesta carísima. Por eso pregunto ¿cuánto es lo menos?

Me refiero al proyecto de presupuesto que aprobó el Instituto Federal Electoral (IFE) para el 2003 y que asciende a 11 mil 816 millones de pesos. De ese total, 5 mil 650 millones de pesos se destinarán al financiamiento público de los partidos políticos y el resto se utilizará en gastos operativos de la dependencia. ¿Por qué tanto? Es lo primero que una se pregunta, a sabiendas de que el próximo año sólo se renueva la Cámara de Diputados. ¡Es un dineral! Es lo primero que una se dice tras saber que en el proyecto 2003 los partidos recibirán 45 por ciento más que lo recibido en el 2000, año de elecciones presidenciales en el que también se renovó el Senado. Y resulta que lo que sucede, de acuerdo con la explicación que dio a los medios informativos José Woldenberg, es que se aplica una fórmula establecida en la ley que implica un factor multiplicador relacionado con el número de partidos. Para las próximas elecciones federales participarán 11 partidos políticos nacionales. Sólo se me ocurre volver a preguntar ¿Cuánto es lo menos?

Hemos oído y leído que la democracia en nuestro país es carísima y que así es porque, entre otras cosas, necesitamos garantizar que los fondos empleados por los partidos en campañas políticas sean públicas (es decir que los paguemos con nuestros impuestos) para evitar compromisos con grupos como el narcotráfico, el crimen organizado o simplemente con intereses particulares. Y bueno, en principio, concuerdo. Pero la ley no le ha permitido al IFE (una de las instituciones más legitimadas y más dignas de confianza) evitar que algunos partidos sean sólo especies de “negocios familiares” o “clubes de cuates” que viven de maravilla gracias al presupuesto otorgado y que después desaparecen sin rendir cuentas. Eso, por no hablar de las acusaciones que pesan en contra del PRI y de los Amigos de Fox (distintas en calidad y cantidad) por el origen de algunos recursos obtenidos en el 2000: acusaciones que aún siguen un curso legal.

No obstante, mi principal objeción –a lo que a mi juicio es una exorbitante cantidad de dinero- no proviene de las lagunas en la ley (a la que urge una revisión) que no permiten hacer más eficiente el control del dinero al IFE, sino de que yo creo que no se justifica entregar tanto dinero a los partidos políticos. No lo justifican ellos y no lo justifica la idea de que es el precio por fortalecer la democracia.

Para nadie es un secreto que en México se vive una crisis de partidos. Los principales institutos políticos enfrentan sus propios procesos internos, pero en general hacia fuera, la crisis es de legitimidad. La ciudadanía les cree poco. Esta crisis explica la proliferación de agrupaciones políticas nacionales y de nuevos partidos. ¡Once competirán en esta elección! Y hubo siete y ocho organizaciones que por distintas razones no pudieron obtener el registro. No estoy en contra del surgimiento de nuevos partidos, cuando es por demás evidente que los “grandes” nos están quedando chicos. Pero creo que debería haber modificaciones importantes para garantizar que realmente tengan cierta representatividad nacional, oficinas establecidas, trabajo político previo, antes de otorgar un registro. Y es que luego está el asunto de las alianzas. Partidos nuevos de dudodísima representación nacional, aliados con uno “grande” tienen asientos en la Cámara.

No tengo la respuesta. No sé cuál sería la mejor manera de garantizar la organización social y de abrir espacios a la formación de nuevos partidos, sin caer, por un lado en convertir la formación de partidos en un negocio redondo y por otro en un exceso de ofertas políticas. Claro ¿cuánto es mucho? Me preguntará alguien con suspicacia. No sé. De entrada me parece que once es mucho y desde luego los más de 5 mil millones de pesos que nos costará su competencia en las elecciones del año que viene me parecen ¡muchísimos! Porque además, vale la pena preguntarse si así estamos garantizando una mejor democracia o la misma pero más fortalecida. Pregunta sobre la que –si nada extraordinario sucede- me gustaría reflexionar con Usted la próxima semana.

Por lo pronto y si la Cámara de Diputados aprueba el proyecto, me parece que pronto vamos a estar inundados de carteles, bardas pintadas, espectaculares, volantes, cartas, trípticos, folletos, gorritas, playeras, lápices, cuadernos y más con los colores de ¡once! partidos. ¿No me lo deja en menos? ¡Ándele marchante! De todos modos la compra está baja.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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