DE LA VIDA MISMA
Siempre fiel.
Siempre alerta.
Pendiente de todo.
Tranquilo espera a que el último habitante de la casa haya llegado para retirarse a descansar. No lo hace si falta alguien.
Es tan pequeño que no debería asustar a nadie, pero enojado saca los colmillos, gruñe primero y luego ladra tan fuerte que parece anunciar su inminente ataque.
Su llegada a casa cambió la rutina de los días.
Tiempo hacía que un cachorro no nos hacía compañía.
Éste llegó pocos días después de nacido y fue un lloriqueo sin fin por toda una noche. A la siguiente se resignó y buscó quien le diera más calor y cariño para acogerse a sus cuidados.
Hizo la selección correcta y hoy es a la persona que más quiere, que más cuida que más obedece.
Entre los animales domésticos, los perritos son los más sociables, los más querendones, los que más se adaptan en la convivencia familiar.
Tienen sus gustos y sus aficiones. No gustan de los desconocidos y sus sentidos están siempre alerta. Pareciera que durmieran plácidamente pero al menor ruido, al más pequeño aviso de peligro ladran y parecen poner en funcionamiento la alarma domiciliaria.
Son excelente compañía, pero requieren también de seres humanos con cualidades para adoptarlos, porque necesitan de cuidados y atenciones como alimentación, higiene, buen trato, calor y atención veterinaria.
Por mucho que se les eduque hay cosas que no superan, por ejemplo si alguien pretende quitarles su comida son capaces no sólo de ladrarle sino también morderle.
Ladran a las personas desconocidas, a los otros animales que no los quieren cerca en sus dominios donde se consideran rey o reina.
En estos días “Mirru” nos dio otra de sus demostraciones de cariño. Al colocar el arbolito de Navidad y los adornos, viendo el entusiasmo con el que se hacían las cosas era el más feliz, y cada familiar que llegaba como que él quería llevarlo a ver lo que se había hecho. Fue un día que la pasó feliz y hoy se pone pensativo a ver las lucecitas de colores que prenden y apagan.
Su familia somos nosotros, moriría si no viviera a nuestro lado y nosotros lo extrañaríamos mucho. Nos hemos acostumbrado a que nos espere, a que nos acompañe, a que nos escuche mirándonos atentamente a los ojos.
Y pensar que hay quienes al no soportarlos los llevan lejos a tirarlos, y cómo sufren éstos que también son seres del Señor, y de nosotros los que sabemos darles no sólo un pan sino algo más.