Harry de la Peña.
Su Valer y sus Valores.
Éste es el título de un interesante libro que se vende en conocida cadena de supermercados de la localidad.
Un familiar muy querido nuestro lo adquirió y nos lo regaló.
Escrito por el padre David Hernández García, S.J. y el maestro Roberto Martínez García, resultó para nosotros, y para quien lo adquiera y lo lea un relato interesante de cómo fue, dónde nació, creció, se formó y destacó uno de los personajes más relevantes que haya venido a estas tierras, no sólo a darnos lo mejor de su existencia, sino también una muestra de amor para los suyos, de valiosas e inolvidables enseñazas para quienes fueron sus alumnos, y la manifestación de la verdadera amistad para quienes tuvimos el privilegio de tratarlo y conocer de su gran calidad humana. El libro tiene también muchos datos de “La Zona del Silencio” descubierta por Harry lo que lo hace más interesante.
Los autores van hasta donde se ve la punta más lejana de la rama familiar, surgida en tierras alemanas hasta desembocar en las paradisíacas tierras de Uruapan, Michoacán, ahí donde Harry vio la luz primera y de donde partiría a otras partes en el itinerario de un padre entregado a la agronomía y al crecimiento de un México en desarrollo.
Libro que llegaba a nuestras manos tenía un plazo de una semana para que lo conociéramos. Éste, del que hablamos lo leíamos en dos días porque ameno y lleno de pasajes interesantes nos fue llevando desde la cuna de un gran amigo hasta sus últimos instantes en este mundo, pasando por universidades e investigaciones y conferencias, estas últimas que compartimos muchas veces y de las que guardamos recuerdos inolvidables.
Nunca olvidaremos a Harry. Muchas veces nos mostró lo que era el valor de la amistad. Como aquella vez que preocupado leyó una pequeña notita que apareció en este Diario en la que se hablaba de nuestro adiós a las tareas tantos años desempeñadas, y él, apenas amaneció tocó la puerta de ésta su casa donde hoy escribimos para decirnos textualmente:
“No sé lo que pasó Mike, pero quiero decirle que desde hoy tiene usted trabajo en la Universidad Iberoamericana. Nos dará gusto que nos ayude”.
No sólo está un nudo en la garganta al recordarlo. La emoción nos nubla los ojos porque es en los tiempos y días difíciles cuando uno se siente solo, muchos dan la espalada y se alejan, pero de pronto sabe que no lo está, que ahí cerca hay una mano sincera y llena de afecto que se tiende hacia uno.
Con Harry anduvimos por muchas partes. Las dos últimas fue visitando una plataforma petrolera dentro del mar de Campeche. Esos días, antes de abordar el helicóptero para viajar sobre el océano lo acompañábamos primero a una de sus alegrías, ir a misa temprano.
La última fue aceptando una invitación que nos hiciera don Arturo Rivera para ir a Valle de Allende, Chihuahua donde compartimos experiencias vividas en “La Zona del Silencio” y donde antes de llegar al lugar nos dieron un susto en Canutillo unos sospechosos.
Sería nuestro último viaje, pero esa vez, durmiendo tarde y levantándonos temprano hicimos un repaso de las muchas aventuras y de las muchas alegrías encontradas en el camino.
Personas como Harry nunca mueren. En el viento siguen flotando sus palabras, su risa y sus enseñanzas. En la mente está imborrable su sonrisa franca y su mano desinteresada.
Escogió esta tierra, contraste de la suya porque aquí encontró el amor, primero de una compañera y luego de hijos y nietos hermosos que Dios guarde siempre. Y a nosotros nos dio la amistad que cuando la conocimos nos enseñó que tiene un delicioso sabor. Gracias padre David, gracias profesor Roberto por ese regalo dejando en letra impresa algo de lo mucho que fue Harry en este mundo.