"Con que los centros se junten, aunque los holanes cuelguen”. Ese fue el comentario de mamá Gracia, bisabuela mía, cuando le dijeron que una nieta suya andaba de novia y se iba a casar con un muchacho bastante más alto que ella. Mamá Gracia no sabía que la palabra "holanes” se escribe con hache, pues deriva del nombre de Holanda, nación de donde llegaban a España las mejores y más lujosas telas. Pero otra cosa de más entidad sabía ella: que si hay acuerdo en lo fundamental bien puede haber discrepancia en lo accesorio. El ejemplo puede aplicarse a las relaciones entre el Presidente Fox y los partidos opositores con representación significativa en el Congreso, PRI y PRD. Uno y otros atribuyen sus constantes pugnas a la democracia, pero habrá que ver hasta dónde tales enfrentamientos son resultado de la incapacidad para el diálogo que hasta ahora ha mostrado el Presidente, y de la mezquindad y mala fe que en ocasiones adoptan los opositores. Si hay acuerdo en lo fundamental, es decir, si por encima de todo se pone el interés de México, los consensos se irán dando por añadidura, y se conseguirá que el Poder Ejecutivo y el Legislativo laboren juntos en bien de la Nación. Lo demás es lo de menos. "Con que los centros se junten, aunque los holanes cuelguen”... Se encuentran dos amigos después de largo tiempo de no verse. "-¿Cómo te ha ido con la crisis?” -le pregunta uno al otro-. "-Muy mal -responde éste-. Perdí el trabajo. Para sobrevivir puse un taller mecánico modesto. Somos nada más un ayudante y yo”. "-A mí también me ha ido mal -dice el primero-. Igual que tú perdí mi empleo. Para sobrevivir puse una casa de mala nota muy modesta. Somos nada más mi señora y yo”... A una de esas casas malas llegó don Poseidón y le pidió a la dueña una muchacha. Subió con ella a las habitaciones superiores, pero apenas habían entrado en el cuarto cuando la chica salió muy escandalizada. "-¡Ah, no! -iba diciendo con enojo mientras bajaba por la escalera-. ¡Eso yo no lo hago!”. Pidió don Poseidón otra muchacha, y pasó igual: otra vez la mujer salió del cuarto meneando la cabeza con disgusto: "-No acostumbro hacer tal cosa”. Lo mismo sucedió con la tercera. Al observar aquello la dueña del establecimiento llama a don Poseidón y le comenta: "-Señor: nuestras muchachas se dedican a esto, es cierto, pero hay algunas cosas que no hacen”. "-Pos me parece muy mal -reprueba don Poseidón-. En mi pueblo todas me fían”... Se estaba casando Babalucas. A su novia le llamó la atención ver que durante el matrimonio civil, y luego en la boda religiosa, Babalucas llevaba una caja de madera bajo el brazo, de la cual no se separaba un sólo instante. En el banquete nupcial Babalucas siguió con su caja: no la dejó ni cuando salieron a bailar. Ya en la habitación del hotel donde iban a pasar la noche de bodas Babalucas puso la caja en el buró, al lado de la cama. Se preparó la muchacha para el romántico trance connubial; Babalucas se puso su pijama y se acostó, amoroso, al lado de su flamante mujercita. "-Dulcilí -le pregunta con voz tierna-. ¿Te gustaría que tuviéramos un hijo?”. "-Sí” -contesta ella ruborosa pensando que la pregunta era un dulce proloquio al acto del amor-. Al oír aquella respuesta Babalucas deja el lecho; se dirige al buró; abre la misteriosa caja; saca de ella una máquina de escribir y empieza afanosamente a teclear una carta: "Querida cigüeña...”... FIN.