Aquella mujer no dejaba sitio a dudas: andaba en busca de galán. Se vestía de tal modo que por arriba se veía hasta abajo y por abajo se veía hasta arriba; se pintaba como muñeca japonesa, y a todos los hombres les echaba con descoco su jauría. En la fiesta puso los ojos en un señor de posibles, y con pedazos aún aprovechables. Se sentó junto a él y empezó a seducirlo con carantoñas, dengues y variadas lagoterías y zalemas. Pero en eso llegó la esposa del señor. Se dirige a la fulana y le dice con gran cortesanía: "-¿Me permite usted que la tutee?". "-Claro" -responde ella. Entonces la señora le dice con airada voz airada: "-¡Tuta!"... El esposo y la esposa fueron al consultorio del siquiatra. Ella le mostró su cuerpo lleno de cardenales, hematomas, contusiones, equimosis, moretones y magulladuras (no necesariamente en ese orden). Le dice la mujer al analista: "-Mi marido es el hombre más pacífico del mundo. Pero es fanático del futbol, y todas las noches sueña un juego. Tira entonces patadas, golpes de puño, cabezazos, y así todos los días amanezco tundida y lacerada". "-Ése no es problema -dictamina el discípulo de Freud (1856-1939)-. A partir de hoy déle a su marido estas cápsulas sedantes. Con eso se acabarán sus sueños". "-¡Por favor, no a partir de hoy, doctor! -impetra con desesperación el individuo-. ¡A la noche se juega el América-Guadalajara!"... Le pregunta el mesero a Babalucas mostrándole una botella: "-¿Vino de la casa?". Responde con iracundia el tonto roque: "-¿Y a ti qué te importa de dónde vine, majadero?"... Hay una mitología mexicana que debe desaparecer. Esa mitología hizo gran daño a México, y sus restos nos siguen perjudicando gravemente. Dos números, por ejemplo, nos sumieron en un atraso que nos tiene medio siglo a la zaga del mundo: el 27 y el 123. Son artículos de la Constitución. Por el primero se creó un sistema agrario colectivista que restringió el derecho a la propiedad individual e hizo del campesino un perpetuo menor de edad o incapacitado sujeto a la tutela del Estado. La superficie cultivable fue atomizada, con lo cual se volvió imposible la aplicación de técnicas agrícolas intensivas y modernas. El fracaso del ejido está a la vista: no producimos ni siquiera el maíz que necesitamos para nuestras tortillas. Pasarán décadas antes de que puedan remediarse los trágicos efectos de la demagogia agraria y de la rampante corrupción que cobijó. Por causa del otro número nefasto, el 123, se estableció un vicioso sindicalismo y un sistema que parecía diseñado para frenar la productividad de las empresas. Esta "legislación obrera" es aún vaca sagrada, intocable tabú que estorba y ahuyenta la inversión. Esos enormes mitos tenían que ser prohijados por el Estado, pues la realidad los desmentía de continuo. Así, el Estado mexicano se volvió él mismo un mito sostenedor de mitos. Sufrimos todavía a ese Leviatán, a ese enorme Estado burocrático que inventa trámites para llevar a cabo trámites a fin de cumplir trámites sin los cuales no se pueden tramitar los necesarios trámites. Debemos acabar con esa perniciosa mitología mexicana. No más "empresas estratégicas del Estado"; no más fantasmagóricas soberanías; no más absurdos nacionalismos excluyentes. Echemos una ojeada al mapa del mundo y descubramos de una vez por todas que México no es una isla. (¡Bófonos!)... Empieza la noche de bodas. El flamante marido, de nombre Tiny Miniprick, deja caer su bata y se muestra al natural ante su mujercita: "-¡Vaya! -exclama ella con desilusión-. Tu mamá me advirtió que eras muy corto, ¡pero yo creí que lo decía por lo tímido!"... FIN.