Abraham, miembro de la comunidad judía, se dedicaba a fabricar listones de envoltura. Hizo unos para la temporada navideña, pero no hallaba cliente para ellos. Así, fue a visitar a su viejo amigo Isaac, que tenía una tienda de regalos. "-Cómprame estos listones" -le pidió. "-Ya tengo más de los que necesito" -respondió Isaac. "-Viene la temporada buena -insistió Abraham-. De seguro te harán falta". "-Te digo que me sobran -repitió Isaac-. Además el negocio no anda bien; estoy vendiendo poco". "-Si no me compras estos listones -se angustió Abraham- me veré en apuros. Ayúdame por favor, amigo mío". "-Está bien -cede Isaac-. Te compraré listón". Abraham, entusiasmado, le da un abrazo de agradecimiento. "-No te alegres tanto -lo detiene Isaac-. Todavía no te he dicho cuánto listón voy a comprarte". "-¿Cuánto me vas a comprar?" -pregunta con inquietud Abraham. Responde Isaac, burlón: "-Te voy a comprar todo el listón que vaya desde la punta de tu nariz hasta la puntita de tu ésta". Abraham se entusiasma todavía más y le da a Isaac un abrazo de gratitud aún más estrecho. "-¿Por qué te pones tan feliz?" -se sorprende Isaac. Explica Abraham lleno de júbilo: "-¡Porque la punta de mi nariz la tengo aquí, y la puntita de mi ésta quedó enterrada en Europa, en la ciudad de Minsk!"... Suena el teléfono de la oficina y levanta la bocina uno de los empleados. Escucha una voz de mujer que dice: "-Hola, Juan. Te llamo para decirte que me acabo de comprar un juego de ropa interior provocativa, tal como a ti te gusta. Además me tomé unas copas. Estoy en la cama ya, ardiendo de pasión. Te espero, Juan; ven pronto". Responde el empleado algo confuso: "-Seguramente se equivocó usted de número, señora. Yo no soy Juan, soy Pedro". Se hace un silencio, y luego dice la mujer respirando con agitación: "-No importa, Pedro; de cualquier modo déjate venir"... Nalgarina Granderriére, joven mujer de costumbres eróticas arrebatadas, se compró un coche convertible. "-¿Por qué convertible?" -le preguntó una amiga. Responde Nalgarina: "-Me hacía falta más espacio para estirar las piernas"... Miss Prudy Priggy, maestra de Inglés en la escuela elemental de Poughkeepsie, Nueva York, viajó a París allá en los años veintes del pasado siglo. En un café de la Rive Gauche alguien le mostró a un pintor que bebía su copa de ajenjo en un rincón. "-Picasso" -le informa. Exclama Miss Priggy con azoro: "-Pic-ass? ¡Oh!"... La señora regresó a su casa con el resultado de su análisis de laboratorio. No había duda: estaba embarazada. Le dice a su marido: "-¿Ahora sí me crees que aquellas pastillas que me trajiste eran aspirinas?"... Le comenta un señor a otro: "-Hay algo en los pinos de Navidad que hace que se me forme un nudo en la garganta. El precio"... Un enanito fue con el urólogo. "-Doctor -le dice-. De repente, sin qué ni para qué, empiezan a dolerme muchos los éstos". El facultativo lo examina y le dice: "-No encuentro nada anormal en su entrepierna. La próxima vez que le duelan los éstos venga de inmediato para hacerle el estudio en el momento del dolor". Un buen día llega el enanito. "-Precisamente ahora me están doliendo mucho los éstos, doctor" -dice con acento gemebundo. Procede el urólogo a examinar la parte dolorida. Luego se vuelve hacia sus instrumentos y toma unas tijeras grandes. "-¿Qué va a hacerme, doctor?" -se espanta el enanito. "-No se asuste -lo tranquiliza el médico-. Voy a cortarle un par de pulgadas a la parte de arriba de sus botas. El roce es lo que le está causando ese dolor"... FIN.