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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Yo soy un cómico de la legua, y a mucha honra. Al buen padre Ripalda, que enumeró las obras de misericordia para el cuerpo y el espíritu, se le olvidó una que sirve a los dos: hacer reír. A mí me gusta partir con los demás el pan de la alegría, amable pan. Mi mester es el de juglaría, oficio deleitoso si los hay. Me lo enseñó un irlandés llamado Walter Starkie. Él daba música en sus viajes; yo palabras. En ésas ando desde hace cuarenta años. Y aún ando, y ando, y ando. Los caminos, saben ustedes, son muy dadivosos. Regalan, para empezar, el goce del paisaje. Éste que ahora miro seguramente tiene dueños: del árbol al arroyo ha de ser de Fulano; del arroyo a la casa, de Mengano; de la casa al cerro lleno de biznagas en flor, de Perengano. Pero en este momento es mío todo -arroyo, casa y cerro con biznagas-, porque todo lo hice mío con el derecho real de la mirada, y luego lo inscribí en el registro de propiedad de mi memoria... También el camino da de comer y de beber. En cada vuelta hay un manjar, y en cada revuelta un vaso de buen vino. (Y otras vueltas y revueltas hay que te han deparado otras viandas de más sabor y otros vinos más fuertes y encendidos). Para allegarse todo eso laboró Gonzalo de Berceo. Quien trabaje para tener más que eso trabajará en el viento... Lo mejor que el camino te regala, sin embargo, es la gente. ¡Qué buena gente es la gente buena! A mí, gracias a Dios, no me ha tocado tratar con la otra, la que va apestando la tierra, según dijo Machado. A esa mala ralea pertenecen quienes cometen pecados del espíritu, tan duraderos, y se escandalizan por los pecados de la carne, tan efímeros y por eso mismo tan perdonables... Este peregrino peregrina mucho. La semana pasada, por ejemplo, estuve en Monclova, en San Luis Potosí y en Veracruz... Norte, centro y sur del País... Semana típica fue ésa para mí, que soy homo viator, caminante. A Monclova me llevó el patronato de la Cruz Roja; a San Luis, donde tengo el recuerdo queridísimo de don Arturo Dufour, tío y padrino mío, fui invitado por buenos amigos y ecologistas buenos: Daniel Calvert, Alfonso Galán y Javier Calderón. Y a ese paraíso terrenal, marino y celestial que es Veracruz me llevó una gentil señora, Tere de Diego de Souza, quien con un grupo de espléndidas mujeres cumple un quehacer de voluntariado al mismo tiempo hermoso y eficaz. Llenaron ellas con su trabajo -que no yo con el mío- el World Trade Center, orgullo novísimo del Puerto. Cuando acabé de hablar, puesto en pie el generoso público para aplaudir, se oyó una voz de pronto que con sonoridad de trueno proclamó dos décimas referidas a mí, escritas en el veracruzano modo. Helas aquí: "En llegando la ocasión / de que un grupo de mujeres / te invitó, por ser como eres, / para esta disertación, / quiero, con el corazón, / felicitarte este día / por propiciar la alegría / de los pobres de esta zona, / y agradezco a tu persona / toda esta filantropía... / Sí. De tus cuatro lectores / yo soy el número uno, / y te aprecio cual ninguno / por diferentes factores: / por señalar los errores / del político ladrón; / porque, siendo tan cabrón / con tu flamígera pluma, / eres leve como espuma, / Armando Fuentes 'Catón' "... La gente oyó estas galanas espinelas improvisadas al calor de la ocasión y prorrumpió luego en una ovación atronadora, pues quien las hizo era nada menos que don Mariano Martínez Franco, el legendario decimero de Tierra Blanca. ¡Y este gran señor hizo el viaje hasta el Puerto para oírme! Por eso digo: el camino es dadivoso. A mí me da estos regalos de bondad que no sé cómo agradecer más que diciendo "gracias"... FIN.

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