Le propone Pepito a Juanilito: "-Vamos a jugar al Gabinete de Fox". Pregunta el niño: "-¿Cómo se juega eso?". Responde Pepito: "-El que se mueva primero pierde"... La verdad sea dicha: el único cambio que ha hecho el Presidente del cambio es el de su estado civil. En lo demás las cosas siguen como antes de después. Cumple ya dos años Fox -o, más bien, cumplimos dos años ya nosotros-, y en ninguno de los campos de la actividad nacional ha habido alguna reforma de fondo que justifique la gran transformación que con su voto propició la mayoría de los electores mexicanos. Muchos de ellos muestran desencanto por el pobre balance en los dos ejercicios anuales de la administración actual. Vuelvo a decirlo, empero, a fin de que no lo olvide la República, tan olvidadiza: lo peor que le habría pasado a este país es que hubiese triunfado el PRI en la pasada elección presidencial. Vistas las cosas desde un ángulo providencialista, el 2 de julio del 2000 sucedió lo mejor que a México le podía suceder. Una victoria priísta habría traído consigo el desencanto de un pueblo ahíto ya de los vicios causados por la prolongada dominación de un sólo grupo. Sobre todo la juventud habría perdido la fe en la posibilidad de un cambio en la Nación. Pero sucede que ese cambio no se ha dado. Nadie lo esperaba de la noche a la mañana, ni siquiera quienes creyeron al pie de la letra en las desatentadas promesas de Fox. Sin embargo hasta ahora la acción del Gobierno ha consistido principalmente en la inacción. Los escasos buenos frutos que ha mostrado han sido más obra de las circunstancias que de la voluntad de quienes forman el nuevo grupo en el poder. Se nota en el Presidente una cierta actitud de dejadez. Él mismo parece desencantado, y aun confuso: ser Presidente de México no resultó tan fácil como ser director de Coca-Cola. Los hombres de su carácter son proclives a fáciles entusiasmos y a desilusiones prontas. Se advierte en Fox un cansancio prematuro; empezamos a ver en él un vago desinterés por el cumplimiento, aun rutinario, de las funciones que le corresponden. Cito a modo de ejemplo el desaire que hizo a los mejores estudiantes del País, a quienes no recibió en Los Pinos para la tradicional fotografía. (Entre ellos, dicho sea de paso y sin ánimo de vanagloria, estaba mi hijo Javier, el mejor alumno de su maestría en la Universidad Autónoma de Nuevo León). El tiempo no se detiene. Desde que dije que el tiempo no se detiene el tiempo ha transcurrido ya, y con igual celeridad transcurre ahora. Este rumor continuo que se escucha no es un zumbido en el oído interno de cada uno: es el roce que produce el paso velocísimo del tiempo. ¿Lo oís? Antes de lo que suponemos transcurrirá el siguiente año, igual que pasó éste, y nos encontraremos a la mitad del sexenio. Es necesario, entonces, acelerar el paso, siquiera sea para acordarlo al tiempo. Si la administración foxista no ofrece nada bueno comenzaremos a sentir nostalgia de lo malo, y quienes ninguna autoridad moral tienen para decirnos nada tendrán autoridad para decirnos: "Se los dije". ¡Brrrr!... Babalucas le cuenta a un amigo: "-Mi tío murió en el ring". "-¿Era boxeador?" -pregunta el amigo. "-No -responde Babalucas-. Se electrocutó al tocar el timbre de una casa"...La muchacha en edad de merecer empezó a tomar clases de cocina. Le advierte su abuelita: "-Si crees que el camino para conquistar a un hombre pasa por su estómago estás apuntando demasiado alto"... Dice doña Holofernes con orgullo: "-Mi hijo es un muchacho muy responsable. Hay tres chicas embarazadas en el pueblo, y las tres dicen que él es el responsable... FIN.