La señorita de edad madura -andaba cerca ya de los 50- se casó por fin. Su mayor ilusión era tener familia, pero aunque ponía todo de su parte (y la parte correspondiente de su todo) la cigüeña no llegaba. Ya desesperaba la madura señora cuando oyó decir que en cierto pueblito había una iglesia milagrosa: las que en ella rezaban tres Aves Marías salían embarazadas sin fallar. Acudió, desde luego. Al llegar pregunta al sacristán: "-Perdone, me dicen que aquí encarga una con tres Aves Marías''. Responde el sacristán muy comedido: "-No, señora, no es con tres Aves Marías. Es con un Padre Nuestro, pero ahorita no está''...Voy a decir ahora cómo solucionar el problema de la piratería. Basta con que las grandes empresas trasnacionales pongan precios justos a los artículos que venden. Los que fijan a su mercadería son tan exorbitantes que en un país como México sólo quienes forman el estrato más privilegiado de la sociedad pueden adquirirlos. Así, la excesiva ambición de unos y la pobreza de otros son los dos pies en que se asienta el ilegal negocio de la piratería, explicable, y por lo mismo difícil de acabar. No deja de llamar la atención que las nuevas leyes sobre la materia impongan a quienes se dedican a esa actividad penas equiparables a las que reciben los que cometen homicidio calificado con todas las agravantes. Ahí se notan la mano y los dineros -herramienta indispensable en todo cabildeo- de aquellas grandes corporaciones internacionales. Seguramente podrán escapar a esos castigos draconianos los zares de la piratería, ocultos y protegidos por el parapeto de las grandes fortunas que se hacen a la sombra de este comercio ilícito. Serán objeto de las penas, sí, los pobres vendedores y vendedoras que en calles, plazas y mercados de pulgas ganan con la venta de los artículos "piratas" el pan de cada día. Con ellos está mi simpatía, no con los solícitos legisladores que se excedieron en la defensa del interés que buscan proteger, y menos aún con los escondidos piratas de cuello blanco que se aprovechan de las patentes y marcas de unos y de la pobreza de otros para obtener ganancias ilegítimas... El señor aquel regresa a su casa de un viaje y descubre que no trae la llave. Toca el timbre y le abre una mujer que no conoce. "-¿Quién es usted?" -pregunta el señor-. "-Soy la nueva sirvienta" -responde ella-. Oyendo eso el marido decide jugar un poco. Saca un estuche con un bello collar que ha comprado para su esposa y dice a la criada: "-Vaya usted y dígale a la señora que eso se lo manda un admirador suyo que está en la puerta". A poco regresa la sirvienta: "-Que dice la señora que le agradece mucho el regalo, y que le deje su número de teléfono porque ahorita no lo puede recibir, pues espera a su marido de un momento a otro"... Tres amigos expertos en cosas de amoríos cambiaban impresiones acerca de un tema interesante: la ropa íntima femenina. "-A mí me gusta sencilla y sin adornos" -decía uno-. "-A mí en cambio me gusta con encajes y otros detalles atrevidos", -decía otro-. "-Pues a mí -dice el tercero-, me gusta que la ropa íntima femenina sea como los libros que leo". "-¿Cómo?" -le preguntan-. "-Con un gran contenido humano" -dice el tipo... La criadita andaba llorando por las habitaciones. "-¿Qué te sucede, Domitila?'' -le pregunta la patrona-. "-¡Ay siñora! -gime la muchacha-. Es que a Roque mi marido lo acaban de correr de la chamba''. "-No te preocupes -la consuela la señora-. Voy a decirle a mi esposo que le consiga un trabajo''. "-¿Y qué clase de trabajo?'' -pregunta Domitila-. "-Un trabajo bueno -dice la señora-. Un trabajo de planta''. "-¿De planta? -dice la criadita-. Uh, siñora, pos sólo que sea de nopal, porque Roque es rete baboso''... FIN.
