He aquí "El Chiste más Mamucas de la Temporada"... Suena el teléfono y pregunta una voz: "-Perdone: ¿es la embajada de Laos?". "-Sí". "-Por favor mándeme uno de vainilla"... (Un cuento más como ése y mis cuatro lectores quedarán reducidos a dos)... Las focas del parque acuático se saludaron aquella mañana. Le dice una a otra: "-Te veo cansada y ojerosa. ¿Qué te pasa?". Responde la foca con voz débil: "-No dormí nada. Tuve el foco prendido toda la noche"... Babalucas era gerente de un equipo de basquetbol. Los dueños se sorprendieron y alarmaron cuando se dieron cuenta de que a lo largo de la temporada había contratado ochenta nuevos jugadores. Le piden una explicación. "-¿Y qué querían ustedes que hiciera? -se justifica el tonto roque-. ¡En todos los juegos el árbitro se la pasaba sonando su silbato y diciéndonos una y otra vez: 'Falta personal; falta personal'!"... Un joven ejecutivo fue a una tienda de departamentos a hacer sus compras navideñas. Le llamó la atención ver que una ancianita lo seguía mirándolo con gran fijeza. Notó la señora que el muchacho se había percatado de su acción, y fue hacia él. "-Perdone, joven -le dice-. Seguramente lo molestó la forma en que lo he estado viendo. Sucede que se parece usted mucho a mi único hijo. Él trabaja en un país de Europa; tengo dos años ya sin verlo, y estoy muy triste porque me acaba de avisar que no podrá venir esta Navidad. Usted me lo recordó". "-Lo siento mucho, señora -responde conmovido el joven ejecutivo-. ¿Hay algo que pueda yo hacer por usted?". "-Creo que sí -responde la ancianita tras de pensar un poco-. Permítame tomarme de su brazo y caminar con usted por la tienda. Dígame 'mamá'. Así me haré la ilusión de que ando de compras con mi hijo". El muchacho accedió gustoso a la inocente solicitud de la ancianita, y fueron los dos por la tienda; ella llamándolo 'hijo' y ella diciéndole 'mamá'. Se despidieron luego, y la señora le dio un amoroso beso en la mejilla. Cuando la ancianita salía de la tienda el muchacho le gritó: "-¡Adiós, mamá!". Con eso remataba su buena obra. La viejecita le sonrió con dulzura y desde la puerta le envió un beso. El joven ejecutivo pensó que tenía una muy buena historia, tierna y emotiva, para contarla a sus amigos en los días de Navidad. Al ir a pagar le presentaron una cuenta descomunal. "-¡Cómo! -protesta-. ¡Lo único que llevo es una bufanda y dos pañuelos!". "-Sí -responde la cajera-. Pero su mamá compró muchas cosas, y dijo que usted iba a pagar"... El Poder Ejecutivo y el Legislativo parecen estar compitiendo por ver cuál de los dos concita el mayor índice de rechazo popular. Eso del "bono de marcha" que piden los diputados, y que puede llegar hasta el millón de pesos por piocha, es cosa criticable en un país de pobres. El agravio se hace mayor cuando se considera que muchos legisladores no cumplen ni aun medianamente su función: faltan a las sesiones; cuando van se la pasan dormitando o en charla con los compañeros; no se enteran de los asuntos de su cargo, y se limitan a seguir la consigna que les imparte el rabadán. Más decencia, señores; más decencia... Carajo, si yo fuera diputado y leyera estas líneas el apóstrofe final ("Más decencia, señores; más decencia") me habría avergonzado. Entiendo, sin embargo, que los diputados crían una especie de costra a modo de caparazón queratinosa, como de quelonio, por la cual resbala toda admonición o crítica. Así, ese apóstrofe sonoro ("Más decencia, señores; más decencia") seguramente no llegará a su destino... FIN.