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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

Uno de los más bellos edificios de mi ciudad, Saltillo, es el del Ateneo Fuente, centenaria y gloriosa institución educativa. Lo construyó don Nazario S. Ortiz Garza, y fue concluido el año de 1933. Contratista de la obra fue un amable personaje, el Chato Cortina. Le preguntaba alguno: "-¿Quién hizo el Ateneo, Chato". Y respondía él, muy serio: "-Lo hicimos entre don Nazario, mi mamá y yo". El otro se sorprendía: "-¿Acaso la señora madre de usted profesa las artes de la ingeniería o la arquitectura?". "-No -replicaba el Chato-. Pero todos los días me la mentaba don Nazario, de modo que algo le corresponde del mérito de la obra". Mucho mérito tiene, en efecto, ese hermoso edificio. Su fachada central se eleva airosa, y en su remate muestra el noble escudo ateneísta: una antorcha encendida a cuyo pie se lee una palabra sola: VERITAS. Ninguna otra se necesita para proclamar el valor de la verdad, de la verdad liberadora. De esa airosa estructura salen dos alas como dos brazos que se abren, generosos, para recibir cordialmente a los que llegan. En el centro, la gran puerta da paso a un vestíbulo ornado de altas columnas. Ahí están los dos murales que pintó el valenciano Tarazona. Uno muestra la fundación de Saltillo; en el otro se miran los trabajos de construcción del Ateneo. Por esas escaleras se va a la riquísima pinacoteca del Colegio, con obras de la pintura mexicana desde el tiempo de la Colonia a nuestros días, y se llega también al Museo de Historia Natural, con colecciones formadas según el modo de los positivistas. El vestíbulo da paso al paraninfo -¿alguien usará todavía esa palabra?-, un espacioso y claro salón de actos. Este salón lleva el nombre del doctor Dionisio García Fuentes, discípulo dilecto de Barreda. En la tumba del doctor García Fuentes, en el viejo cementerio de Santiago, no hay ningún signo religioso; su lápida ostenta una sola palabra: Positivismo. Dice poco; dice mucho... El tiempo, que ennoblece, también daña. Los años han hecho mella en la recia fábrica del Ateneo: han sufrido mengua sus paredes -si pudieran hablar ¡qué de cosas callarían!-; la cantera de sus columnas y sus capiteles muestran la huella de los días, unos de ardiente sol, otros de lluvia y vientos invernizos; sus corredores y sus aulas no tienen ya el esplendor de los pasados días... Pues bien: el joven rector de la Universidad Autónoma de Coahuila, ingeniero Jesús Ochoa Galindo, acaba de recibir una visita. Enviado por el doctor Reyes Tamez, secretario de Educación Pública, y por Sari Bermúdez, de Conaculta, llegó a Saltillo un grupo de expertos en conservación y restauración de monumentos. Tal es el primer paso para una serie de trabajos tendientes a devolver al edificio ateneísta su belleza, y a protegerlo más y mejor contra lo daños causados por el tiempo. El paraninfo volverá a ser lo que antes era; lucirá la fachada su original prestancia; jardines y terrazas serán deleitación para los ojos del cuerpo y los del alma. Yo soy ateneísta. Todo lo que sé lo aprendí en el Ateneo; soy el mismo que era cuando pasé por sus aulas, adolescente en asombro continuado ante los misterios del mundo, de la mujer, de Dios. Por eso me alegró saber que con la ayuda de Reyes y de Sari el edificio del Ateneo, alma mater de miles y miles de mexicanos, recobrará su brillo de antes. A los dos les digo gracias, y estoy cierto de que lo mismo les dirán todos aquellos que en el noble recinto ateneísta tienen depositada una cuantiosa cuenta de recuerdos... FIN.

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