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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Un fantasma se cierne, terco, sobre México: los casinos de juego. Voces insistentes se escuchan de continuo en su favor. Algunos de los propugnadores de la idea llegan al extremo de presentar a nuestro país como nación atrasada por el hecho de no tener casinos. Se esgrimen razones de índole económica para justificar el establecimientos de las casas de juego: se crearían empleos; vendría más turismo... Los motivos alegados, empero, no son suficientes para adoptar una medida cuyos efectos nocivos serían mayores que los supuestos beneficios que traería. México es víctima ya de los males causados por el narcotráfico. Independientemente de las vinculaciones que en muchos casos hay entre el juego y el comercio de drogas prohibidas lo cierto es que el funcionamiento de esos casinos suele ser origen de mafias que se mueven siempre al margen de la ley. Una actividad como el juego genera siempre corrupción. Por el juego se mueven cantidades muy grandes de dinero que no se aplican a actividades productivas, sino a ilícitos negocios. Es lamentable, y ciertamente causa gran preocupación, el hecho de que algunos funcionarios públicos manifiesten acuerdo con la idea de permitir el establecimiento de casinos. Alienta, en cambio, que otros muestren radical oposición a ellos. El juicio más elemental, la más superficial valoración, aconsejan que no haya entre nosotros casas de juego. Por ellas, en buena parte, Cuba fue convertida en tiempos de Batista en aquello que se llamó "the back yard”, el patio trasero de los Estados Unidos. ¿Permitiremos ahora que eso sea nuestro país? Muchos factores de inseguridad y delincuencia tenemos ya en México. No debemos, ni siquiera por causas de pobreza o desempleo, sumar a esos factores uno más. La crisis económica no ha de conducirnos al abandono de principios válidos, ni a ponernos en situación parecida a la de alguien que se prostituye por necesidad. Y esto no es puritanismo; es sentido común. ¿Empleos? Muchos se pueden crear si se dan facilidades a los inversionistas nacionales y extranjeros. ¿Turismo? La promoción más intensa de nuestros atractivos bastaría para aumentar su flujo. No hay argumento suficiente para justificar el estímulo al vicio. El juego que se practica en los casinos es un vicio. Quien lo postule como bueno para México incurre en grave error y da a pensar que tiene algún interés inconfesable. Ojalá, por el bien de este país y de los mexicanos, prevalezca al final el punto de vista de quienes se oponen al establecimiento de casinos... ¡Bravo, columnista! ¡Hacía mucho tiempo no leíamos en tu fruslera columnilla una argumentación tan loable, plausible y encomiable! Te damos la razón. Eso no empece, sin embargo, caminar por senderos más amenos. Ahora que has cumplido tu cotidiana obligación de ser astrolabio, sextante, brújula, mapa y estrella polar de la República bien puedes complementar tu espacio con el relato de algunas curiosas historietas. Por ejemplo, el de la viuda que lloraba en el velorio de su esposo. "-Consuélate, hija mía -la confortaba el padre Arsilio-. Tienes tus siete hijos. Ellos te recordarán a tu marido”. "-¡Uh, padre! -responde la mujer-. ¡Ni uno es de él!”... Le dice una señora a otra hablando de una amiga: "-Veterina ya no debería celebrar su cumpleaños. Le salen más caras las velitas que el pastel”... ¿Cuántos hombres se necesitan en el pueblo de Babalucas para ordeñar una vaca? Veinticinco: uno para apretarle las tetas y veinticuatro para subirla y bajarla rítmicamente a fin de que le salga la leche... FIN.

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