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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

CATÓN

La joven enfermera concedía sus favores al doctor. Se negaba, sin embargo, a tomar la píldora anticonceptiva, a consecuencia de lo cual quedó enferma de gustos pasados, es decir embarazada. "-Eso te pasa -le reprocha el médico- por ejercer la licencia sin medicina"... Babalucas decidió hacerse pirata, y se presentó en el barco de los filibusteros vestido con el atuendo típico de los ladrones de la mar. Lo mira el capitán y le dice: "-La vida del pirata es muy difícil, pero con parches en los dos ojos se te va a dificultar aún más"... Regresó lord Feebledick de la reunión anual en Eton y sorprendió a su mujer, lady Loosebloomers, en brazos de Wellh Ung, el membrudo montero de la finca. "-Bloody rascal! -rebufa el lord, que no olvidaba los juramentos aprendidos en sus campañas de la India-. ¿Qué haces en la cama con mi mujer, bellaco?". El mocetón sólo acertó a dar una respuesta. "-Lo mismo que usted, milord" -replicó todo aturrullado. "-No digas mentiras, Wellh -lo reprende, severa, la señora-. Él no hace nada"... Admiro mucho a los jesuitas. Son los prácticos de Dios. Ahí donde la fe sin obras está muerta ellos han aportado las obras muchas veces. Saben bien que el camino para el Cielo comienza aquí, en la tierra, y por eso tienen los pies en ella, bien plantados. De inspiración jesuita -no jesuítica- es la tesis del mal menor. Según tal enseñanza hay trances en los cuales es necesario optar entre dos males. Entonces debe escogerse el mal menor. Y eso no es claudicación, sino prudencia, forma que en ocasiones toma la sabiduría. Pienso que en el caso del sindicato petrolero el Presidente Fox tendrá que escoger el mal menor, y llegar a algún acuerdo con los líderes para evitar el mal mayor: una huelga fincada más en causas de política que de economía, y por tanto de más difícil solución. Tampoco aquí estaríamos en presencia de una claudicación, sino de una prudencia necesaria. Después ya se verá... Iba el cazador por un bosque de pinos. Un oso le salió al paso de repente, gruñendo y bufando, amenazante. Esgrimió su rifle el cazador, pero el furioso animal se lo arrancó de las manos con un golpe de zarpa. Sacó el hombre su cuchillo dispuesto a vender cara su vida, cosa explicable en estos tiempos de tanta carestía, pero de nuevo el oso se lo quitó con otro feroz zarpazo. Se daba ya por muerto el cazador, y empezó a orar para pedir que su muerte fuera rápida. Digamos, 10 segundos flat. Pero en eso se oyó, como venida de los cielos, una voz grave y profunda: "-Abofetea al oso". El cazador, desesperado, obedeció el dictado de aquella misteriosa voz, y empezó a dar de bofetadas al animal. Éste pareció detenerse. Se oyó otra vez la voz: "-Dale golpes en el pecho". Con los puños cerrados el cazador golpeó con todas sus fuerzas la pilosa caja torácica del bruto. El oso volvió la espalda. "-Ahora -vuelve a decir la voz- pégale en el trasero". Desconcertado por las extrañas instrucciones, el cazador hizo lo que decía la voz, y con la palma de la mano empezó a dar golpes en las ancas del oso. Entonces sucedió algo que a más de inverosímil es vituperable. El oso se revolvió, tomó entre sus brazos al cazador y abusó de él en manera que contradice todo lo escrito por McNeil sobre la castidad de los plantígrados en los días previos a la hibernación. Cuando el penoso trance terminó el oso se disculpó con el cazador, y le explicó la causa de su inusual comportamiento. "-Un día me di cuenta -le dice- de que los golpes me excitan sexualmente, y entonces tomé un curso por correspondencia de ventriloquía"... FIN.

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