En cierto pueblo del norte de mi Estado el alcalde iba a presidir por primera vez la ceremonia del Grito de la Independencia. Su secretario le apuntó en una tarjeta, con letras bien visibles, la fórmula del Grito y los nombres de los héroes a quienes debía vitorear. La plaza del lugar estaba llena con una multitud henchida de fervor patriótico. Y empezó el munícipe con voz magnílocua: "-¡Vivan los héroes que nos dieron Patria!". "-¡Vivan!" -coreó la muchedumbre. "-¡Viva Hidalgo!". "-¡Viva!". "-¡Viva Morelos!". "-¡Viva!". "-¡Viva Allende!". "-¡Viva!". Terminó de leer el señor alcalde la lista sacramental de los protagonistas de la lucha libertaria, y luego gritó tres veces: "-¡¡¡Viva México!!!". El entusiasmo de la multitud al contestar fue tal que el edil se sintió en la obligación de añadir otro nombre a los ya dichos: "-¡Viva Juárez!". "-¡¡¡Viva!!!" -subió de tono el grito del gentío. Aquella exaltación cívica, pensó el alcalde, no se podía desperdiciar, de modo que dio un gran salto histórico y mencionó otro nombre que recordaba de héroe: "-¡Viva Madero!". "-¡¡¡¡Viva!!!!" -rugió la concurrencia. "-¡Viva Carranza!" -prosiguió ya encarrerado el presidente. "-¡¡¡Viva!!!" -respondió el pueblo, enfebrecido. "-¡Viva Villa!" -propuso el alcalde, que a estas alturas ya estaba sudoroso, no tanto por el esfuerzo físico de dar aquellos vítores, sino porque el pozo de la memoria se le iba secando ya, y en cada nombre batallaba más para acordarse del siguiente. Se hicieron más sonorosos los gritos de la gente, que ardía en supremo delirio de amor patrio. "-¡Viva Zapata!" -recordó ya vacilante el hombre. "-¡¡¡Viva!!!" -rugió la multitud, cuyo grito hizo temblar las dos torres de la iglesia. Apretó la sesera el presidente en busca de un nuevo nombre que añadir, pero no dio con otro. Apurado se volvió hacia el secretario y le dijo con perentoria voz: "-¡Échame otros, caborón! ¡La raza está picada!"... Dos cosas necesita siempre el pueblo en lo que a la vida pública concierne: héroes y líderes. Los primeros le sirven para fincar su pasado; los segundos para guiar su presente. A los mexicanos nos sobran héroes, aunque en la lista oficial de ellos ni sean todos los que están ni estén todos los que en verdad lo son. Hoy por hoy, sin embargo, nos falta liderazgo, y vemos cómo la nave de la nación -uso una expresión inédita- parece ir al garete. Aquí hay algo más que las naturales dudas y vacilaciones propias de una época de cambios: los males que advertimos derivan en buena parte de la personalidad del nuevo Presidente, de su falta de formación política y de cultura general. El cambio venido con el 2 de julio no trajo consigo la disminución del presidencialismo. Aun con el fortalecimiento del Congreso y del Poder Judicial la vida pública mexicana sigue girando en torno de la figura presidencial. Y el actual Presidente está imponiendo su estilo personal de no gobernar. Debe darse cuenta de que sus técnicas y maneras gerenciales están fallando. Aquí no sirve de nada el éxito que tuvo vendiendo un refresco que se vende solo. Quiere actuar Fox como rey, pero no tiene cerca de sí un primer ministro que lo aconseje y lo modere. Todo se vuelve encender lumbres y luego no poder apagarlas. Hay inquietud, desasosiego. Falta un líder en la nación, y faltan verdaderos líderes en todo el panorama de nuestra vida pública. Todo se vuelve politiquería; todos se cuidan de su interés y nadie mira por el bien general. También a mí échenme otros nombres. La raza está picada... FIN.