Termina el trance de amor entre el marido y la mujer. "-¡Uf! -exclama ella satisfecha-. Nunca nos había salido esto tan bien. ¿Tú en quién estuviste pensando?”... Capronio, hombre de mala entraña, se acercó a la fea y tímida chica que no había bailado en toda la noche. Llevaba el tal Capronio en la mano una paleta helada, de limón por más señas. Le pregunta a la muchacha: "-¿Ya tienes dada esta pieza?”. "-No” -responde ella poniéndose en pie, ilusionada. Le dice el tal Capronio: "-Entonces detenme la paleta mientras yo voy a bailar”... Eglogio, campesino lujurioso, convenció a su comadre Bucolina de ir con él a la nopalera. Ahí se entregaron los dos a cumplir el consabido rito que la naturaleza dispuso para la procreación. De pronto exclama ella: "-¡Ay babocho!”. "-¿Por qué me dices así? -pregunta Eglogio-. ¿Te hice daño?”. "-No, -responde Bucolina-. Ahí va Bocho, mi marido”... Himenia Camafría, madura señorita soltera, se asoma por la ventana e invita al apuesto boy scout que iba pasando: "-Ven acá, joven escultista. ¿No te interesaría hacer conmigo tu buena obra del día?”... Babalucas entra apresuradamen-te en un restorán, se sienta ante una mesa y le ordena con apurada voz al camarero: "-Llevo mucha prisa. Nada más tráeme la cuenta"... En otra ocasión Babalucas le pidió a la azafata del avión: "-Por favor, señorita, dígale al piloto que no encienda la lucecita esa de abrocharse el cinturón. Cada vez que la enciende el avión empieza a sacudirse”... Se incendió el convento, y faltaba una de las hermanas. Dice un borrachín que andaba entre los curiosos: "-Al empezar el incendio yo vi a una monjita que salió hecha madre”. Opina con enojo la más anciana de las religiosas: "-Pues qué rápido. Apenas ayer entró de novicia”... El explorador se extravió en el desierto. Sin agua, exhausto ya, se arrastraba por las quemantes arenas, moribundo. Desde lo alto de un risco lo miraban dos buitres carroñeros. Calculando los efectos del ardiente sol le pregunta uno de los pajarracos al otro: "-¿Cómo lo quieres? ¿Término medio, tres cuartos o bien cocido?”... Dulcilí, muchacha ingenua, le pregunta a Libidiano, galán cínico y concupiscente: "-Si tenemos un hijo ¿lo reconocerás?”. "-No sé -responde Libidiano-. Soy mal fisonomista”... La libertad, dijo el estimable colega don Miguel de Cervantes Saavedra, es un bien tan grande que por él vale la pena dar la vida. En México, pensamos, tenemos libertad. Sin embargo 70 años de estatismo no son raya en el mar, y vivimos aún bajo un sistema en el cual la iniciativa de los ciudadanos es coartada en todas formas por un anacrónico cuerpo de leyes hechas para sujetar la acción de los particulares al imperio de una burocracia todopoderosa. Si queremos un México nuevo debe haber menos gobierno y más libertad. El Estado, encargado de procurar el bien público, ha de ser subsidiario, no protagonista principal de la vida comunitaria. Los años del príato fueron de tutelaje. Frente al poder estatal éramos una especie de menores de edad o incapaces sujetos a tutela. No había ciudadanos en este país: había súbditos. Ahora debe desaparecer esa viciosa situación, la estatista, por la cual hasta para respirar tenemos que hacer cincuenta -sin cuenta- trámites... Suena el teléfono y levanta la bocina Empédocles, el borrachín del pueblo. Pregunta una voz: "-¿Está Pedro?”. "-¡Se equivoca usted, señor mío! -tartajea con enojo Empédocles-. ¡Estoy perfectamente sobrio!”... Thomas Alva Edison, el inventor, estaba con una mujer casada gozando sus encantos. En eso se oye que alguien entra. "-¡Mi marido! -exclama con angustia la señora-. ¡Rápido, Thomas! ¡Si realmente eres tan buen inventor, inventa alguna explicación!”... FIN.