Aquel señor tuvo una horrenda pesadilla. Soñó que un negro descomunal lo perseguía con malsanas intenciones de concupiscencia, lubricidad, lujuria, libídine y salacidad. Se despertó bañado en sudor frío. "-Tuve una horrenda pesadilla -le dice a su mujer-. Soñé que un negro descomunal me perseguía con malsanas intenciones de concupiscencia, lubricidad, lujuria, libídine y salacidad. Me desperté bañado en sudor frío". (Mis cuatro lectores habrán advertido ya que el citado señor tomó de esta columna las frases para hacer su narración). En eso entró el pequeño hijo del matrimonio. "-¿Qué te pasa, papi?" -le preguntó al señor al verlo con expresión de susto. "-Nada, hijito -responde él-. Le estaba contando a tu mamá un sueño que tuve". "-¡No lo cuentes, para que se te conceda!" -dice el niño... Murió un piloto de jet. No sé qué clase de vida habría llevado, el caso es que fue a dar al báratro, al erebo, al orco, al tártaro, al averno. Lo recibe el señor de las tinieblas, Satanás, y le informa: "-Hay varias clases de infierno. Podrás escoger el que te guste". Y le mostró al piloto tres ventanas para que por ellas se asomara y viera los diferentes tipos de condena. Abrió la primera ventana el aviador y vio a un piloto cuyo avión caía en picada hasta estrellarse. Eso se repetía una y otra vez; en cada caída sufría el aviador tormentos indecibles. "-Éste no" -dijo el recién llegado, tembloroso, a Satanás. Le abrió el demonio la segunda ventana. Se asomó el piloto y vio a un colega cuyo avión estallaba en llamas de repente. No traía paracaídas el infeliz, y dando gritos de terrible angustia se lanzaba al vacío sin él. Eso se repetía también una vez tras otra; aquello era una tortura continuada. "-Éste infierno tampoco es para mí" -dijo el piloto. Abrió él mismo la tercera ventana, y lo que vio lo dejó maravillado. Estaba un piloto tranquilamente instalado en la cabina de su jet. Se abría la puerta y entraba una bellísima azafata que le llevaba un café con galletitas. Tomaba el piloto a la muchacha por la cintura, se la sentaba en el regazo, la hacía objeto de toda suerte de eróticas caricias y luego le decía: '-Entonces ya lo sabes, linda: si quieres seguir en mi tripulación te espero hoy por la noche en mi cuarto del hotel". Al recién llegado se le iluminó el rostro al ver aquello. "-¡Elijo este infierno!" -exclama alegremente dirigiéndose a Satán. "-Lo siento -le dice con sequedad el diablo-. Éste es el infierno de las azafatas"... Por los rieles de mi nostalgia pasa un ferrocarril, aquel "Regiomontano" de felicísima memoria. En él conocieron mis pequeños hijos una de las mayores venturas infantiles: la de viajar en tren. A esa ventura -a esa aventura- se añadía la de cenar en coche comedor, dormir en vagón pullman y ver pasar los cerros y las milpas por las ventanas del carro observatorio. Todo eso es parte del pasado. Ahora se declara que no es negocio el transporte de pasajeros por ferrocarril. En muchos países, sin embargo, los trenes de pasajeros son parte de la vida cotidiana. Aquí los vicios acumulados de un monopolio estatista ineficiente y un mal sindicalismo corruptor acabaron con el tren de pasajeros, que casi es hoy apenas un recuerdo. En esas torcidas vías descarriló el sistema ferroviario mexicano... Le dice el médico al paciente: "-No encuentro la causa de sus males. Posiblemente se deban al alcohol". "-En ese caso, doctor -replica el individuo-, volveré cuando esté usted sobrio"... De regreso de Roma le cuenta un tipo a su amigo: "-Vi al Papa completamente borracho". "-¡No puede ser!" -se indigna el amigo. "-Te digo que lo vi completamente borracho -repite el tipo. Y luego aclara: "-Completamente borracho yo"... FIN.