A don Delfín, señor de mi ciudad, le vino angurria. Ese tremendo achaque consiste en dificultad para orinar. La micción se vuelve dolorosa; el angurriento sufre dolores acerbísimos, como de parto: siente que le salen por el tubo navajas de rasurar, carbones encendidos o alfileres. Eso sentía don Delfín cuando iba al mingitorio. Y para colmo no le salía nada; dos o tres gotillas a lo más, cada una de las cuales era un martirio peor que el de San Lorenzo en la parrilla. A causa de sus dolores don Delfín se daba a todos los demonios. Maldecía con estentórea voz; sacaba de su pecho dicterios sonorosos que hacían temblar las paredes de la casa. Doña Lolita, su señora esposa, lo exhortaba a tener paciencia, santa virtud que deriva de una de las cuatro cardinales, la de fortaleza, siendo las otras tres justicia, prudencia y temperancia. Ella era mujer de muchas devociones, y se llenaba de tribulación al oír las badomías de su marido. "-No blasfemes, Delfín -lo amonestaba-. Te duele, es cierto, cuando vas al baño, y sufres; pero piensa en los acérrimos dolores y el infinito sufrimiento que padeció Nuestro Señor en su pasión y muerte divinal. Recuerda. Lo ataron a una columna y azotaron su sacrosanto cuerpo. Le pusieron una corona de espinas. Luego echaron sobre sus hombros una pesada cruz y lo hicieron llevarla por las calles entre los gritos y escarnios de la infame turba. Tres veces cayó en esa vía dolorosa, y tres veces lo levantaron los verdugos flagelando con látigos sus laceradas carnes. Después, ya en el Gólgota, lo clavaron de pies y manos a la cruz, y un cruel sayón taladró con acerada lanza su divinísimo costado...". "-¡Sí! -la interrumpe don Delfín con rencorosa voz-. ¡Pero él podía mear!"... Sirva la anécdota para ilustrar un pensamiento: hay quienes, como Gabino Barrera, no entienden razones. Son tercos y tozudos. Como dicen en el Potrero de los empecinados: no les entra ni el hacha. "Este macho es mi mula", manifiestan, y de ahí nadie los mueve. Hablan de principios, pero no son los principios la causa de su comportamiento: son más bien los fines. A tal especie pertenece Manuel López Obrador. Eso de negarse a todo diálogo con Fox es actitud absurda que no cuadra en ningún político que se respete. Poner en septiembre cartelones con la leyenda "La Patria no se vende" es puñalada de pícaro, proclama aviesa, demagógica, pedestre. ¿Y quiere Manuel López Obrador ser Presidente? ¡Dios nos agarre confesados!... Llega un señor de edad madura al consultorio médico. "-Doctor -se queja-. Tengo una sensación extraña allá donde le platiqué. Es como un cosquilleo, un picor inquietante y deleitoso, una titilación...". Después de examinarlo dice el facultativo: "-No encuentro nada raro en su organismo. Permítame hacerle una pregunta: ¿cuándo fue la última vez que realizó usted el acto del amor?". "-Hace ya más de un año -contesta el veterano-. Por cierto, ni siquiera lo pude terminar". "-Eso lo explica todo -dice el médico-. Ya viene la terminación"... El chico de mediana condición invitó a cenar en restorán a la muchacha fresa. Revisó ella el menú y dijo luego: "-Supongo que voy a pedir la langosta". El galancete observa el precio del platillo y sugiere: "-¿Por qué no supones otra vez?"... Aquel infame sujeto rondaba en la estación del Metro. Cuando veía a una mujer se le ponía enfrente, abría la gabardina que llevaba y le mostraba con impúdico gesto sus vergüenzas. Una noche de invierno se les plantó delante a dos señoras y les dijo: "-Hoy hace mucho frío. Nada más se las voy a describir"... FIN.
