Yo sé cuál es el camino que conduce a la salvación de México. No lo había dicho antes porque andaba reteocupado. El camino que conduce a la salvación de México es el apego al orden jurídico. Ese orden está formado por un conjunto de normas cuya observancia obliga a todos. En los regímenes totalitarios -Cuba sería el ejemplo más cercano y más actual- los detentadores del poder consideran que las leyes se hicieron sólo para los gobernados, y piensan que los gobernantes no están sujetos a ellas. La idea, claro, es aberrante: la ley se hace para todos. Cuando un gobernante se siente exento de la obligación de someter sus actos a la ley, entonces se vuelve absoluto, pues absoluto quiere decir absuelto, no sometido al imperio de la ley. Algunos de los más graves problemas que han aquejado a México a lo largo de su historia emanaron de la soberbia de quienes se sintieron por encima del orden jurídico. Esa especie de absolutismo crea una nociva situación que impide vivir en la seguridad que da el Derecho. La decisión del Presidente Fox de renunciar a parte del tiempo que la radio y la televisión deben dar al Estado es, a mi parecer, digna de encomio, pero habrá que preguntar si esa determinación, tan unilateral, se apega por completo al marco legislativo que norma las relaciones entre el poder estatal y los medios de comunicación. Tal régimen ¿puede ser cambiado a su arbitrio por el Ejecutivo? Mientras tiene respuesta la pregunta debo decir que la forma en que el Presidente hizo el anuncio de ese cambio me hizo recordar los peores tiempos del omnímodo presidencialismo priísta, paternalista, otorgador de dádivas y creador de complicidades... La señora tuvo el antojo de comprarse una lorita, y fue a una tienda de mascotas. El dueño le mostró una periquita muy graciosa, de rojo copete, plumaje tornasolado y ojos vivos. "-Esta cotorrita -le dijo-pertenece a una variedad sumamente rara: es la única ave conocida que pone huevos cuadrados”. La señora, encantada con la cotorrita y atraída por su rareza, manifestó su deseo de comprarla. "-Una cosa debo advertirle, señora -le previno con gran honestidad el vendedor-. La periquita sólo sabe palabras de grueso calibre: al hablar no dice más que maldiciones”. "-No importa -responde la compradora-. Eso me gusta más aún”. Llevó a su casa, pues, a la cotorra. Pero pasó una semana, y dos y tres pasaron, y la famosa perica no hablaba, no decía nada. Tomó el teléfono la señora y llamó al de la tienda. "-Oiga -le reclama-. Usted me dijo que la periquita sabe decir maldiciones, y hasta ahora no ha dicho ni una sola”. Contesta el tipo: "-¿Recuerda que le informé que la lorita pone huevos cuadrados?”. "-Sí, me acuerdo” -responde la señora. "-Entonces sólo hay que esperar -le indica el hombre-. Las maldiciones las dice cada vez que pone uno”... El capataz de la fábrica le pregunta a uno de los trabajadores: "-Se acerca ya la fiesta de Halloween de la compañía. ¿De qué crees que debo ir disfrazado?". Le aconseja el obrero: "-Disfrázate de nieto de prostituta". "-¿De nieto de prostituta? -se sorprende el capataz-. ¿Por qué?". Le explica el otro: "-Porque si te disfrazas de hijo todo mundo lo va a reconocer"... En el atestado autobús la curvilínea muchacha le dice al oído a su compañera: "-Fíjate disimuladamente, y dime si el hombre que tengo atrás, pegado a mí, es guapo". "-Es joven" -le responde la amiga. "-Dime si es guapo- insiste la muchacha-. De que es joven ya me di cuenta desde hace buen rato". (No le entendí). FIN.
