Un borrachito se jactaba de saber todo acerca de toros y toreros. Llegó un día a una cantina cuyo dueño, gran aficionado a la fiesta, tenía su local lleno de fotos de grandes figuras de la fiesta. El borrachito le dijo que podía decirle, sin fallar ninguno, quiénes eran los toreros. El de la taberna le ofreció todo el tequila que quisiera tomar si adivinaba la identidad de todos los matadores. Y empezó el temulento con gran seguridad: "-Fermín Espinoza ‘Armillita’ (empezó, claro, por el mejor). Lorenzo Garza... Luis Procuna... Luis Castro ‘El soldado’... Pepe Ortiz... Alfonso Ramírez "Calesero"... Silverio Pérez... Rafael Rodríguez...". Y siguió identificando a los diestros hasta que terminó, sin equivocarse en ninguno. El cantinero, fiel a lo prometido, puso frente al borracho una botella de tequila. "-No la merezco -confiesa el ebrio con tartajosa voz-. No sé quién es el rejoneador". Vuelve la vista el cantinero hacia la imagen del jinete y dice: "-No es rejoneador. Es San Martín Caballero"... Hay en el ejercicio de la diplomacia una ortodoxia y una tradición que exigen prudencia y cordura en los hechos y las palabras. Tuvo esas cualidades Monseñor Luis María Martínez, de felicísima memoria. Arzobispo Primado de México, fue también Encargado de Negocios del Vaticano en el tiempo en que no teníamos relaciones con ese Estado. A la sazón era embajador de la URSS en nuestro país el camarada Constantin Oumansky. Hombre de gran talento y personalidad, este señor se dedicaba menos a las tareas diplomáticas que a las de propaganda y difusión del comunismo. Su eficaz labor estaba atrayendo a las filas del Partido Comunista a muchos intelectuales, líderes obreros y campesinos, artistas y estudiantes. Eso no era del gusto, claro, ni del Estado ni de la Iglesia. Sucedió que un buen día -o malo, según se vea- Oumanski pereció en un accidente de aviación. La noticia corrió como reguero de pólvora -pido perdón por usar esa rara expresión inédita-, y la información sobre el fallecimiento del soviético llegó a una recepción diplomática en la que se hallaba monseñor Martínez conversando con varios embajadores y con el Procurador General de la República. Al escuchar la noticia de la muerte del activista rojo dijo en voz baja don Luis María fingiendo una gran consternación: "-¡Dios mío, señor Procurador! ¿Y ahora cómo le vamos a hacer para no alegrarnos?”... Después de haber caído en grandes traspiés, y tras de cometer errores que algunos diplomáticos calificaron de descomunales, el canciller de México, Jorge Castañeda, ha optado al parecer por un tono menor que lo ha alejado del escándalo. Eso nos alegra, pues la soberbia y el protagonismo no deben tomar nunca el lugar que corresponde a la prudencia y la mesura en lo que toca a los asuntos internacionales... Pepito, de vacaciones en el rancho de su abuelo, no daba trazas de irse a la cama. Le dice el anciano: "-Hijito, yo me acuesto con las gallinas”. "-¿Y no se te enoja el gallo?” -se inquieta el precoz niño... El amigo de Babalucas le propuso que se fueran caminando al trabajo. "-Si no tomamos el autobús -le dijo- nos ahorraremos 4 pesos”. "-Entonces mejor no tomamos un taxi -sugiere Babalucas-. Así nos ahorraremos 40”... Doña Eglogia, mujer del campo, era dueña de una sabiduría que le permitía vivir sin inquietudes. Amigas, vecinas y parientas le iban con el chisme de que su marido, don Pitoncio, andaba de picos pardos con "otras viejas”, como el gobernador de Quintana Roo. Ella no se afanaba. Respondía: "-¿Y qué conque? Al cabo lo que tiene mi marido no es jabón que se desgaste”... FIN.