El autoritarismo debe desaparecer; la autoridad no... ¡Qué frase! La comparo por su sabiduría con la que pronunció Dumas: "El matrimonio es una carga tan pesada que se necesitan dos para llevarla. Y a veces tres". Pero esa sentencia liminar -la relativa al autoritarismo y a la autoridad- merece grabarse, si no en roca perenne, al menos en zoquete. (Zoquete... Qué altísona palabra. Con ella la Academia se hace bolas. En la penúltima edición de su vocabulario la hacía derivar del árabe; en la nueva le pone origen celta. Siete acepciones suministra de ella, entre ellas la de Cuba, donde zoquete es alguien soberbio y altanero, y la de Paraguay: ahí el zoquete es un empleo público. No recogen, sin embargo, los señores académicos nuestra acepción, la mexicana. Para nosotros zoquete -del náhuatl zoquitl, cieno o barro- significa lodo. Otros mexicanismos menos empleados registran el lexicón de la Academia, y no consideran éste, de uso tan común. Pero estoy divagando, como dijo Jack el Destripador cuando cortó la oreja de su víctima). Todos los mexicanos celebramos la desaparición del presidencialismo autoritario a la manera priísta. Nos preocupa, empero, la ausencia de un principio de autoridad indispensable en el gobierno de toda República bien concertada. Hasta en los gallineros es necesario un orden. Malo el corral en donde la gallina canta y el gallo cacaraquea. Cuando se pierde la legítima autoridad sobreviene el despepute. Despepite, quise decir, término que en lengua popular expresa caos. Advierto los efectos resultantes del conflicto entre el Gobierno Federal y los ejidatarios de San Salvador Atenco. Esgrimieron éstos sus machetes como símbolo de violenta oposición al proyecto gubernamental de construir en sus tierras -estériles, y por lo mismo sin cultivo- el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Se asustaron los nuevos gobernantes, y en vez de recurrir a nuevas y más justas negociaciones -nadie pidió nunca matanzas de campesinos para imponer la autoridad- recularon ante las amenazas de los ejidatarios. ¿Consecuencias? Mencionaré una: en mi municipio los campesinos, que no usan el machete como herramienta de su trabajo diario, fueron a conseguirlos no sé dónde y los usaron para poner en jaque a la autoridad agraria en el curso de un problema con pequeños propietarios. El mismo Gobierno les enseñó el camino. Ojalá nunca llegue a México una noche como aquella en que los machetes iluminaron el Vichada. Exagerada es la premonición, es cierto, pero en cosas de lo social la hipérbole es a veces profecía... Esto último debe haber causado un estremecimiento en la República. A fin de volverla a su tranquilidad voy a narrar algunos cuentecillos... "-Mami -le pregunta Pepito a su mamá-. ‘Pendejo’ ¿se acentúa?". "-Con los años, sí" -responde la señora. (Ganas le dieron de añadir: "-Nomás fíjate en tu padre")... Por uno de esos milagros de la vida Babalucas logró que Curvelia, la muchacha más guapa del lugar, accediera a pasar una noche con él. ¡Venturoso gaznápiro! Todos los hombres habían pretendido inútilmente los encantos de aquella hermosa mujer, y he aquí que los gozaba el más simplón entre ellos. Al día siguiente Babalucas les contaba la experiencia a sus amigos. "-Cerré los ojos -dijo-, y empecé a fantasear". "-¿A fantasear?" -se asombran ellos. "-Sí -precisa Babalucas-. A imaginar que yo era otra persona"... El jefe de personal interrogaba a la aspirante a secretaria. "-¿Puede mencionar algunos logros en su vida?". "-Tengo cinco hijos" -responde ella. Acota el entrevistador: "-Me refiero a logros en el trabajo". "-Precisamente -replica la muchacha-. Todos los concebí en horas de oficina"... FIN.