No soy diestro en eso de amarrar navajas. Lo mío tira más bien a la concordia, al buen entendimien-to, al diálogo como medio para arreglar los conflictos que en el curso de la vida se presentan. Los problemas surgidos en la vida pública necesitan también de ese diálogo, de esa concordia y buen entendimiento. Sin embargo creo que la desavenencia surgida entre el Presidente Fox y el grupo de gobernadores que forman la Conago será útil en el proceso de mejorar la vida nacional de México. Por primera vez desde hace muchos años los mandatarios estatales no se muestran sumisos y obsecuentes ante el Ejecutivo, y reclaman aquello a que se sienten con derecho. Quizá las formas han sido ásperas y ríspidas, pero igualmente ríspida y áspera es la arrogancia de Gil Díaz, cuyos procedimientos están muy lejos de corresponder a los cambios democráticos de la República. Los gobernadores, ahora apoyados por un numeroso grupo de alcaldes, piden información hacendaria que les permita conocer con claridad el estado de las finanzas públicas. Critican igualmente que, mientras a ellos se les pide hacer sacrificios, el Gobierno Federal no dé ninguna traza de limitar o reducir sus gastos, antes bien parezca inclinado a gastar mucho, sobre todo en lo que se refiere a la promoción de la imagen personal del Presidente y de personas cercanas a él. En estos casos, y dicho sea con el mayor respeto, o todos coludos o todos rabones... Mientras esto se dilucida recordemos el caso del viejecito de más de 80 años que llega a la oficialía del Registro Civil del brazo de una estupenda rubia de 20 abriles pródiga en ubérrimos encantos repartidos con munífica generosidad por toda la exuberante geografía de su magnificiente cuerpo. Pregunta el ancianito al juez civil: "-¿Usted es el que casa?"¡ "-Sí, señor" -responde el funcionario-. "-Porque a eso venimos" -dice el viejito-. "-Muy bien" -se asombra el oficial-. "-¿Puede proceder ya?" -inquiere el anciano-. "-Sí, claro" -responde sin salir de su sorpresa el casamentero-. "-Muy bien -manifiesta el viejito-. Me hace falta nomás hacer una llamada telefónica". Toma el vejezuelo el teléfono y después de marcar un número dice: "-Ya estamos aquí donde casan. Están reunidos el juez; la novia y los testigos. Ya puedes venir a casarte, papá"... El joven llega a la casa de la señora y le dice: "-Vengo a solicitar su donativo para la Sociedad Constitutiva Moralizadora de Cofrades Amigos de la Transubstanciación"! "-¿Qué? -dice la señora poniéndose una mano en la oreja-. Hábleme fuerte; soy un poco sorda". Elevando la voz repite el joven: "-¡Que vengo a pedir un donativo para la Sociedad Constitutiva Moralizadora de Cofrades Amigos de la Transubstanciación". "-No le oigo -vuelve a decir la dama-. Repítamelo por favor". El muchacho repite a voz en cuello: "-¡Que vengo a pedir un donativo de parte de la Sociedad Constitutiva Moralizadora de Cofrades Amigos de la Transubstanciación!". "-De plano no le entiendo, joven -vuelve a decir la señora-. ¿Qué es lo que dice?". El chico, entonces, se desespera y dice en voz muy baja y entre dientes. "-Vieja sorda, vete a la tiznada". "-¡No! -le dice entonces como de rayo la señora-. ¡Los que se van a la tiznada son tú y la Sociedad Constitutiva Moralizadora de Cofrades Amigos de la Transubstanciación!"... El viejecito hacía recuerdos de los días de la Revolución. "-Un día- cuenta a su nietecito con temblorosa voz- entraron dos zapatistas a la casa en que vivíamos, sacaron sus puñales y le quitaron un pecho a la criada". "-¡Qué cosa tan horrible! -se espanta el nieto-. ¿Y a mi abuelita no le hicieron nada?". "-A ella le fue peor -contesta el viejecito con voz vacilante-. A ella le quitaron uno chincuenta"...
