El médico le dice a su paciente: "-Le tengo dos noticias, una buena y una mala. ¿Cuál quiere primero?". "-La buena" -responde el asustado señor. "-La buena -le informa el facultativo- es que la enfermera Curvelia aceptó por fin salir conmigo". "-¿Y la mala?" -tiembla el paciente sin manifestar alegría alguna por el feliz suceso que le participaba el médico. "-La mala -responde el galeno- es que está usted a punto de sufrir una hemiplejia. Si gusta puede decir también hemiplejía". "-¡Funesto sino! -exclamó el hombre, que por esos días estaba leyendo La Ilíada en la versión del padre Errandonea-. Y ¿qué significa eso?". "-Significa -contesta el doctor- que la mitad de su cuerpo se paralizará". "-¡Destino aciago! -volvió a proferir el infeliz, movido por la misma lectura-. ¿Cuál mitad es la que quedará sin movimiento?". "-La derecha -replica el especialista-. Y eso será pronto". Al escuchar la ominosa profecía el señor procedió inmediatamente a mover hacia la izquierda una parte de su cuerpo que no quería que quedara a la derecha... He aquí algunos brevísimos diálogos pertenecientes a la eterna -y deleitosa- lucha de los sexos... ÉL (con vehemencia): "-¡Si me lo pides iré hasta el fin del mundo!". ELLA: "-Bueno. Pero allá te quedas ¿eh?"... ELLA (solemne): "-No quiero que esto sea una simple aventura, un acostón. Espero que sea una relación duradera". ÉL (muy serio): "-Está bien. Me quedaré toda la noche"... ÉL (insinuante): "-¿Nos hemos visto en otra parte?". ELLA (cortante): "-Sí. Por eso ya no he vuelto ahí"... ELLA (mimosa). "-Te hice de cenar. El camino al corazón de un hombre pasa por el estómago". ÉL: (realista): "-Se me hace que estás apuntando muy alto"... Entre sus muchas actividades culturales el Tec de Monterrey tiene una que se llama "Compresencias". Un actor o actriz de fama, estudiantes del Tecnológico aficionados al teatro o a la música y un público entusiasta y conocedor se reúnen a compartir los textos de un autor reconocido. A mí, que ni siquiera soy conocido, me escogió el Tec para una de sus espléndidas funciones, la cual tuvo lugar en el teatro "Fernando Soler" de mi natal Saltillo. Demián Bichir, talentosísimo actor del cine, el teatro y la televisión, fue la figura principal del espectáculo. (Yo lo aplaudí hace poco en "Sexo, pudor y lágrimas", a pesar de que de esas tres cosas ya nada más me queda la tercera). ¡Qué gran artista es Demián Bichir, y qué profesional! Después de un azaroso viaje -su avión aterrizó en Torreón, pues por la niebla no pudo bajar ni en Saltillo ni en Monterrey- llegó a la hora justa en que la función debía comenzar, y sin ensayo previo con el grupo dijo de tal manera mis textos que al oírlos no los reconocía yo, así de bellos y profundos sonaban en su voz. Depurada técnica, talento, sensibilidad, presencia escénica: todas las cualidades que debe tener un buen actor las reúne Demián Bichir, a quien aquí le doy las gracias por haber dado tanta vida a mis escritos con su extraordinaria calidad de actor. La misma gratitud expreso al Tec de Monterrey y a la licenciada Leticia Rodarte Rangel, encargada de la producción. Gracias, sobre todo, a mis paisanos saltilleros, que esa noche, al impartirme el sacramento de su bondad, me regalaron el hermoso milagro de hacerme sentir profeta en mi tierra... La esposa del sheriff estaba refocilándose en el lecho conyugal con un cowboy. "-Siempre me has dicho -le recuerda de pronto- que te gustaría morir con las botas puestas". "-Así es" -contesta el rudo vaquero. "-Pues póntelas pronto -le indica la mujer-. Ahí viene mi marido"... FIN.