Una de dos: o estamos solos en el Universo o no lo estamos. Y quién sabe cuál de las dos posibilida-des deba inquietarnos más. En un grupo de amigos se hablaba acerca de los extraterrestres. Alguien opinaba con escepticismo: "-Si existieran ya nos habrían visitado". Otro saca el periódico y le muestra a su compañero la primera plana. "-Mira -le indica-: guerras, terrorismo, secuestros, tráfico de drogas, asaltos, crímenes, racismo, violencia en todas partes... Si fueras extraterrestre ¿nos visitarías?"... A cuento viene el cuento por los sucesos políticos recientes. Hablo del resultado de las elecciones en Estados Unidos, favorables al belicoso Bush, y hablo de los cambios en Israel que -todo lo indica- harán que aumenten los ataques contra Palestina. El mundo se ve ahora como un oscuro callejón en el que nadie está seguro. Y ni siquiera puedes buscar un sitio de tranquilidad, porque a lo mejor te sucede lo que a aquel profesor americano que al final de los años treintas del pasado siglo supo con absoluta certidumbre -fruto de su conocimiento de la Historia y de sus arduas investigaciones sobre la actualidad del mundo- que estallaría una guerra entre las naciones más poderosas de la Tierra, incluida la suya propia, Estados Unidos. Se puso a buscar, pues, el lugar más alejado de todos los países que eventualmente participarían en aquella conflagración mundial, a fin de irse a vivir ahí con su familia, y después de mucho buscar dio al fin con un sitio apartado al que seguramente no llegarían ni siquiera noticias de la guerra. Vendió todo lo que tenía y con los suyos se estableció en aquel remoto sitio. Era una pequeña isla en el Pacífico del Sur. Se llamaba Guadalcanal... Así ahora: ningún sitio del mundo es garantía ya de paz. La violencia, el terrorismo, la guerra son también parte de la globalización. Si Nueva York no está seguro tampoco está seguro ya El Moquetito, Tamaulipas. Podrá ser muy sombría esa meditación, pero mi deber de modesto periodista es poner sobre aviso al planeta... Un indio viejecito, y que no hablaba bien el castellano, le dice al médico: "-Me duele el tubillo". "-Levante el pie para revisárselo" -pide el facultativo. "-Ése tubillo no -dice el viejito-. Éste"... Llevaron a Babalucas a ver una película porno. La escena era de lo más encendido. Y comenta el badulaque, despectivo: "-El actor es un idiota. Ni siquiera sabe que a las mujeres se les besa en la boca"... La guapa chica no le ocultó al galán que le gustaría salir con él. Fueron a cenar. Cuando llega la cuenta le dice el cicatero tipo a la muchacha: "-¿Cada quien lo suyo ¿eh?". La chica, algo mortificada, pagó la parte que le correspondía. Fueron luego a una disco. "-Cada quien lo suyo" -repitió el sujeto. Él pagó su boleto y ella el suyo. Pidieron unas bebidas y él volvió a precisar: "-Recuerda: cada quien lo suyo". Al final él la llevó en su automóvil a un paraje oscuro. Después de efusivas demostraciones puso su mano en una pierna de la chica y comenzó a subirla. Rápidamente la muchacha le toma la mano y se la pone en su propia entrepierna, la del galán. Le dice: "-¡Ah no! ¡Cada quien lo suyo!"... En la puerta de aquel castillo de Glasgow, en Escocia, estaba un guardia ataviado con la típica falda escocesa -también llamada tonelete- de su clan. Una turista se acerca a él y después de tomarle una fotografía le pregunta llena de curiosidad: "-Siempre me he preguntado qué traen ustedes los escoceses abajo de su faldita". "-Mire usted -responde el guardia-. Yo pertenezco al clan McDonalds. En mi caso lo que traigo abajo es una Big Mac"... (No le entendí)... FIN.
