Torreón Acoso escolar Torreón Agua Saludable Sistema Vial Abastos-Independencia Virgen de Guadalupe

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

POR ARMANDO CAMORRA

Hacía mucho tiempo que esta columnejilla no entraba en dimes y diretes con la Liga de la Decencia y la Pía Sociedad de Sociedades Pías. Una suerte de concordato se había establecido entre el escritor y los representantes de la pública moral, una tácita "entente'', una concertacesión sobrentendida. El autor mantenía sus relatos dentro de límites fijados por el decoro y la razón, y aquellas agrupaciones censorinas no extremaban con rigor draconiano sus medidas de pudor. Así pasaron algunos días de calma bonancible, y todos contentos. Pero ¿hay acaso dicha durable en este mundo? ¡No! Sólo en el otro conoceremos sin mudanza la felicidad. Hoy habrá de romperse, me lo temo, el buen entendimiento entre el escritor y sus inquisidores. Sucede que al final de esta sección contaré el deplorable chascarrillo conocido en el bajo mundo de la sicalipsis con el extraño cuanto lacónico nombre de "Los Hijos de Noé''. Antes, empero, he aquí un breve comentario para orientar a la República... Muy comentada fue la muerte de Alfonso Martínez Domínguez. Empeño inútil sería formarle juicio. Ahora está más allá del mal y del mal. Conviene decir, sí, que a una persona se le debe juzgar conforme al tiempo y a las circunstancias en que vivió. "Yo soy yo y mi circunstancia", dijo Ortega. (Y lo mismo podría decir la circunstancia, que a su vez deriva de otras). En el caso de Martínez Domínguez fue un político de su tiempo, adecuado a las condiciones del país, de aquel México de la familia revolucionaria, familia de la cual el regiomontano fue uno de los más típicos exponentes y uno de los mayores beneficiarios. Tuvo luces y sombras don Alfonso. ¿Habrá algún mortal que no las tenga? Suscitó el enojo de sus paisanos cuando al llegar al gobierno de Nuevo León dijo que Monterrey era una ciudad fea, sucia y chaparra. Muchos clamaron a Dios por semejante desacato. Pero entonces don Alfonso puso manos a la obra -y puños y otras cosas de mayor entidad- y le dio a su ciudad la Macroplaza, que es ahora orgullo comunitario, pues cambió la faz de Monterrey y dio a la capital nuevoleonesa un nuevo impulso que la hizo ser lo que es hoy, una ciudad hermosa y progresista. Graves errores cometió Martínez Domínguez, e incurrió en excesos deplorables. Recuerdo aquella declaración suya: en víspera de elección de alcaldes dijo que no podría gobernar -era Gobernador- si un sólo municipio quedaba en poder de la oposición. Priista convencido, echó mano de todos los recursos, legales e ilegales, para mantener los hilos del poder y ejercerlo sin restricción alguna. Tal era el uso de su tiempo. Yo no diré que la Historia lo juzgará. La pobre señora no ha terminado aún de juzgar a Napoleón, de modo que sería injusto darle todavía más chamba. Me limitaré a decir, con prudencia nacida de la edad, que Alfonso Martínez Domínguez hizo cosas buenas y malas. Como todos... Vayamos ahora, columnista chirle, a la anunciada parte final de tu columnejilla, ésa en que habrás de contar el execrable relato intitulado "Los Hijos de Noé''... La señorita Peripalda, catequista, preparaba a los niños para hacer su primera comunión. En examen público, con presencia del señor Obispo y de los padres de familia, pregunta a los escolapios: "-A ver, niños: ¿qué les dije que hicieron los hijos de Noé cuando vieron a su padre caído en el suelo y desnudo a causa de su borrachera?''. Pepito se apresura a contestar con gran viveza: "-¡Lo caparon con una tapa!''. La señorita Peripalda, roja hasta la raíz de los cabellos, lo corrige: "-Yo no dije eso, Pepito. Yo dije que lo taparon con una capa''... FIN.

Leer más de Torreón

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 8514

elsiglo.mx