Dos jóvenes de modales finos, Gladiolo y Flordelisio, entraron en una cantina llena de rudos indivi-duos. El hosco tabernero ve a los dos delicados visitantes y les pregunta desde la barra, con hostilidad: "-¿Qué caborones quieren?''. “-¡Ah! –se alegra Flordelisio-. ¿Podemos escoger varios?''... El gerente de la tienda puso a prueba al aspirante a vendedor. “-Supongamos le dice- que soy un cliente que llega a la tienda. Hay una venta especial de cortadoras de césped, pero yo vengo a comprar otra cosa totalmente distinta, por ejemplo, toallas sanitarias para mi esposa. ¿Qué harías para venderme una podadora”. “-Muy fácil –responde el muchacho-. Le diría: “-Mire, señor: en tres días no va a poder usted follar. ¿Por qué no aprovecha ese tiempo para cortar el césped?”... Babalucas tenía una tienda de esquina. Llegó un sujeto a comprar algo, y Babalucas le dijo que la tienda ya había cerrado. Protesta el individduo: “-El letrero dice: ‘Abierto 24 horas’”. “-Sí, -replica Babalucas-. Pero no seguidas”... Doña Sabanilia ingresó en un club de caridad. A fin de obtener donativos de su esposo le dijo que cada vez que la requiriera para propósitos de sedación carnal debería depositar 100 pesos en una cajita que para tal efecto colocó sobre el buró. El señor, por desgracia, era mesero: una vez al mes. Cuando sintió el mensual llamado de la Naturaleza buscó en amores a su cónyuge, pero antes fue a hacer el depósito correspondiente. Para su sorpresa encontró la caja llena de billetes y cheques. Explica doña Sabanilia: "-Me dijeron en el club que no se debe rechazar ningún donativo, venga de quien venga''... (NOTA: Cabe hacer mención de que además de pesos mexicanos había también en la caja dólares -americanos y canadienses-, libras esterlinas, marcos, liras, francos, pesetas, rublos, yens, escudos, dinares, piastras, rupias, dracmas, soles, bolívares, quetzales, colones, sucres, córdobas, lempiras, balboas, zaires, kwachas -moneda nacional de Zambia- vales, cheques de viajero y IOUs)... Avaricio Coñete, el hombre más ruin de la comarca, le dijo a su mujer que le iba a regalar en su cumpleaños –que caía en invierno- algo con qué taparse. Ella, ilusionada, pensó que su marido se proponía obsequiarle un abrigo de piel, o por lo menos un bello tápalo chinesco. ¡Vana esperanza! ¡Utópica quimera! El ruin esposo le compró una docena de tunas... Nalgaira, joven odalisca, entró a formar parte del harén del sultán Atudo, que tenía trescientas esposas y otras tantas concubinas. Noche a noche el sultán Atudo cenaba con todas, y luego escogía una para refocilarse con ella. Esa vez, al terminar la cena –primera a la que asistía Nalgaira-, el eunuco principal se acercó a ella y le dijo: "-Esta noche te toca''. Ella entornó voluptuosamente los dormilosos párpados pintados con algalia y kohl y paseó una mirada de triunfo sobre las demás mujeres. El eunuco advierte aquello y le dice: "-No te confundas, indeja. Te toca lavar los platos''... Por estar narrando sandeces, columnista frívolo, te has olvidado de orientar este día a la República. ¿No temes que se extravíe como frágil barquilla en proceloso mar? Di por lo menos esto: el Presidente Fox, que quiere establecer relaciones entre México y el mundo, no ha aprendido aún a relacionar dos comarcas que parecen no tener ninguna vinculación entre sí: su pensar y su decir. Dice las cosas sin pensarlas, o las desdice tras decirlas. Si consiguiera –ya es tiempo de que lo haga- que su mente y su lengua firmen un concordato, se ahorrará y nos ahorrará a todos muchas inconveniencias... FIN.