La maestra trataba de enseñar a los niños el uso de los antónimos, palabras que expresan ideas opuestas o contrarias. Les dice: "-Antónimos son vicio y virtud, claro y oscuro, antes y después. ¿Quién quiere dar otros ejemplos?". Juanito alza la mano. "-Bien y mal" -contesta-. "-¡Perfecto!" -aprueba la maestra-. "-Salud y enfermedad" -propone Rosita-. "-Correcto -indica la profesora-. El inefable Pepito levanta la mano una y otra vez. La maestra se esforzaba en simular que no lo veía, temerosa de que el precoz infante fuera a resultar con una de sus impredecibles salidas. Fue tanta su insistencia, sin embargo, que al fin se vio en la premiosa necesidad de concederle la palabra. "-Está bien, Pepito -le dice alzando los ojos al cielo con un suspiro de resignación y preparándose para lo peor-. Dime tus antónimos". "-¡Paracaídas y píldora anticonceptiva!" -responde triunfalmente el tal Pepito-. "-No entiendo -se desconcierta la maestra-. ¿Por qué dices que esos vocablos son antónimos?". "-Porque son lo contrario uno del otro -explica Pepito-. Si un paracaídas falla, muere alguien. Si una píldora anticonceptiva falla, nace alguien"... La elegante dama ofrece a su visitante: "-¿Un café?". "-No me gusta el café" -responde él-. "-¿Un té?". "-No me gusta el té". La señora entonces cree adivinar los gustos del sujeto. "-¿Un whisky con agua?". "-No me gusta el agua" -dice el tipo-... "-¿Y tú qué acostumbras beber?" -preguntan a otro-. "-Liebfraumilch -responde-, hasta que lo puedo pronunciar. Después, lo que haya"... La niñita decía en la escuela a su compañerita: "-Todos los hombres son iguales. Te dicen cosas bonitas, te hacen regalos, te prometen el cielo y la tierra, y lo único que quieren es lo mismo: que les prestes la tarea"... El profesor de Gramática llega a su casa antes de tiempo, porque no hubo clases en la escuela, y sorprende a su consorte en íntimo coloquio de carnalidad y de fornicio con un desconocido. Ella al ver a su marido se turba toda y prorrumpe en palabras incoherentes: "-Yo... tú... él... nosotros...". El marido, severo, la interrumpe. "-Burcelaga -le dice irguiéndose imponente-. Primero las explicaciones: después las conjugaciones... Me gustaba charlar con aquel veterano de la Revolución. Me hacía siempre el inacabable relato de los triunfos de su facción en la campaña. Una vez le pedí que me hablara de sus derrotas. -Esas que te las platiquen los que nos dieron en la madre -respondió-. Ellos las cuentan mejor. Solía decir el buen señor -pura imaginación la suya-, que a él le tocó recoger en sus brazos a don Venustiano Carranza en aquella aciaga noche de Tlaxcalantongo. –Murió en mis brazos Venustiano -decía con la mirada perdida en el recuerdo-. Apenas alcanzó a decirme: "-Compadre: aí le encargo la República. Hoy, en medio del cambio que no ha cambiado nada, entre tanta falta de oficio y tanta palabrería y sinrazón, en medio de tal frivolidad y chabacanería, ¿a quién le encargamos la República? FIN.